Es la primera vez que, estando de viaje, tengo ganas de volver a casa. Aunque nadie me espere en el aeropuerto. Me han dicho que en las turoperadoras, donde los guías pasan meses en el extranjero, a veces unos van a esperar a los otros al aeropuerto, aunque no sean amigos, para que no se sientan solos.
¿Dónde se meten las horas que se pierden al cruzar los husos horarios? ¿De dónde salen las que se "ganan"? En un avión suspendido del cielo negro, en el medio de la nada, ¿cómo darse cuenta del momento en que las horas se introducen como cuñas en el tiempo? Pero ¿acaso importa? Allá arriba el tiempo es elástico. Gracias a ello, el viaje se me ha echo corto.
Gracias a ello y a la gente que he conocido. En la puerta de embarque de Delhi conocí a Giuseppe y Esther. Aburrido de esperar, me levanté a comprar con mis últimas rupias un agua que no necesitaba y me senté en otro sitio más tranquilo. Estaba yo mirando las musarañas cuando se me acercó un chico muy amable y me preguntó en inglés si no había perdido el móvil. Me palpé los bolsillos y, efectivamente, no lo tenía. Pero el chico tampoco lo traía, así que fui con él hasta donde estaba antes. Se me había escurrido del bolsillo y descansaba en medio del asiento. Lo custodiaba Esther. Les di las gracias y empezamos a hablar. Él es italiano y ella francesa. Napolitano y parisina. Pero viven en Madrid y entre sí hablan en español. Me cayeron muy bien y la conversación, a pesar de mi agotamiento semicomatoso, fue muy agradable. En el avión pasé de cambiarme de sitio para ir con ellos porque mi intención era dormir, pero en el aeropuerto de Helsinki retomamos la charla (hablamos de nosotros mismos, nuestras ocupaciones, historias y planes, de música, de política y, por supuesto, de la India) hasta que llegó la hora de embarcar en nuestros respectivos vuelos. Espero que volvamos a coincidir.
En la puerta de embarque de Helsinki me extrañó ver a tanta gente pálida, la mayoría absorta en su actividad mental. Nadie hablaba con nadie que no fuera de su familia o grupo. Nadie miraba a nadie con curiosidad ni con simpatía. En todo caso, algunos miraban a ver si los miraban y, al ver que no (es que yo soy muy discreto), se estiraban la camisa, inflaban el pecho, empinaban la barbilla y volvían a intentarlo. Reconocí los rasgos de los polacos. Había una chica sola y un asiento vacío a su lado. Al otro lado de la columna, una fila de tres asientos desocupados. Elegí la segunda opción. No por mí, que venía de la India, sino por la chica. ¿Cómo iba a invadir su espacio habiendo sitios libres a dos pasos?
En el avión me tocó al lado de una chica mayor que parecía polaca y, por la vestimenta, estirada. Ella hundió la nariz en la revista del avión (que, por cierto, traía un reportaje sobre Jodhpur) y yo me dediqué a hojear el libro de Jalil Gibrán que paseé por toda la India sin abrirlo en ningún momento. Luego, cuando despegamos, a pesar de no estar sentado junto a la ventana, estuve un buen rato alucinado contemplando el paisaje finlandés. A medida que nos elevábamos se iba viendo con mayor claridad una costa bien definida y desmigajada en miles de islitas que no querían separarse de ella. La luz metálica del sol rebotaba contra la grasa coagulada del mar inmóvil, apenas arañada por barquitos del tamaño de un alfiler. Más allá, como si en vez del mar contempláramos una ría, se alzaba otro pedazo de costa cubierta por una costra de enormes coliflores esculpidas en hielo. Durante mucho tiempo dudé si se trataba de icebergs caprichosos o de nubes solidificadas.
Se lo pregunté a mi vecina. En polaco, porque estaba seguro de que era polaca. Se llama Dorota. Me dijo que eran nubes. Quizá, pero si me hubiera dicho lo contrario también me lo habría creído. Para ser nubes estaban demasiado pegadas a la tierra y al mar. Empezamos a conversar sobre Finlandia, sobre el clima, sobre su trabajo, gracias al cual viaja constantemente por todo el mundo, sobre viajes, sobre nacionalidades y estereotipos, etc. Dijo unas cuantas cosas sobre árabes e israelíes que me parecieron muy sensatas, sobre todo teniendo en cuenta las ideas que predominan en Polonia al respecto. Yo también le hablé de mi trabajo. Entonces ella me preguntó por qué hablaba español. Al principio me extrañó, pero luego entendí la situación y bromeé: "alguna lengua materna hay que tener". Se dio cuenta enseguida, pero no se lo creía. Yo tampoco. Me había tomado por polaco, lo cual es todo un piropo a mi competencia lingüística, pero sigo pensando que con el ruido del avión no me oía bien. En un momento dado comentó que, con todo lo que viajaba, era la segunda vez en su vida que conversaba con su compañero de asiento. Me hizo gracia, porque justamente estaba pensando que al principio del viaje nada indicaba que fuéramos a pasarnos el viaje hablando. Pero suele ser así: mientras que los indios buscan el contacto a toda costa, por elemental que sea, aunque se reduzca a un intercambio de miradas, de sonrisas o de "hello", parece como si para nosotros una mirada o una sonrisa constituyeran una amenaza o una molestia.
Aterrizamos. Hacía frío y llovía, y yo en camiseta. Pasamos el control de pasaportes. Llegó su equipaje y se despidió de mí al estilo polaco, tendiéndome la mano con el brazo completamente estirado. Luego emergió mi mochila. Salí al vestíbulo de llegadas. Nadie me esperaba. Estaba demasiado cansado para coger el autobús, así que pedí un taxi y me fui a mi casa. A deshacer la mochila, lavar la ropa, ducharme sin chanclas, lavarme los dientes con agua del grifo y actualizar el blog.
Trece horas más tarde me dispongo a acostarme. Por primera vez en mucho tiempo, sin poner el despertador.
Pero antes quiero agradeceros vuestra compañía a lo largo de este viaje. Vuestros comentarios me han ayudado a contrastar mis primeras opiniones y a entender mejor algunas cuestiones. Este blog no termina aquí, porque, aunque el viaje ha finalizado en lo físico, no lo ha hecho en lo mental. Seguiré escribiendo, aunque no sé con qué frecuencia, cuando tenga nuevas reflexiones que compartir. En los próximos días, además, iré subiendo fotos para ilustrar lo que no pude durante el viaje por falta de medios o de tiempo.
Por hoy, nada más. Buenas noches a todos y gracias una vez más.
viernes, 31 de agosto de 2007
jueves, 30 de agosto de 2007
Últimos momentos en la India
(Escribo el 31, ya desde Varsovia, ¡qué placer volver a mi teclado con eñes y acentos!)
Ayer por la mañana escribí un post titulado "Apoteosis final" bajo la influencia de algo absurdo que ocurrió y que no debió haber ocurrido, un penoso hecho que me enfrentó con uno de los integrantes del grupo con quien más amistad creía tener y que hizo que las horas siguientes perdieran todo sentido. Ahora mismo no sé en qué estado están las cosas, ya que no dependen sólo de mí, pero al menos las veo con un poco más de distancia. Por eso, para no ser injusto, he decidido modificar lo escrito ayer, omitir la narración del incidente y, a cambio, hacer hincapié en lo positivo de estos últimos días, que también ha habido mucho.
El día 29 fuimos por fin a casa de Sonu, que nos presentó a toda su familia. Creo que, después de diez o doce días viajando juntos, Sonu nos ha cogido cariño. Tantas horas horas en el coche haciendo el indio (cantando, imitando animales, repitiendo como loros desdentados palabras absurdas en hindi... cosas que, por cierto, no me parecen demasiado indias) unen. Nos vino a buscar vestido con vaqueros y camisa de cuadros recién lavadita y bien remetida, delineando la curva de la felicidad. Su indumentaria y su actitud desenvuelta dejaban claro que hoy no estaba a nuestro servicio, sino que nos trataba de igual a igual (cosa que si no hizo antes no fue por nosotros, sino porque su mentalidad india se lo impide). Incluso se permitió fumar en nuestra presencia, algo que antes nunca había hecho. Nos montamos en el jeep. Conducía el Silencioso Hombre de la Eterna Sonrisa y el Nombre Larguísimo e Inaprendible, que resultó ser un empleado de Sonu. No sabíamos que fuera jefe de nadie. Atravesamos buena parte de Delhi y nos metimos en un barrio más o menos periférico. Al lado del lugar donde aparcamos corría una cloaca abierta en forma de acequia. Aquello apestaba de forma vomitiva. Me quedó confirmado lo que ya sabía: que en el hedor reinante en Varanasi había una alta proporción de emanaciones fecales y putrefactas. Sin embargo, y como contraste, las calles de la zona estaban relativamente limpias.
En casa de Sonu la escena fue un tanto surrealista. Nada más entrar está el salón, con un par de sofás, una mesa, una estantería, la tele y un ordenador. Parece que la familia de Sonu es de clase media, por llamarlo de algún modo. Luego nos enteramos de que el padre comercia con piedras preciosas en Bombay. Nos presentaron a toda la familia: el hermano de Sonu, la hermana pequeña, la madre, la tía, los sobrinos, un pilón de gente. Todos metidos en el salón, junto con el Silencioso. No nos enseñaron el resto de la casa, como habría ocurrido en España. Quizá por no habernos quitado los zapatos al entrar. Preguntamos si era necesario, pero nos dijeron que no. Nos hicieron sentarnos, mientras ellos se quedaban de pie, casi todos apelotonados bajo el dintel de la puerta que daba al pasillo. Nadie hablaba inglés, así que nadie decía nada. Nos trajeron sendos vasos de agua que, por supuesto, ni tocamos. La interacción era más o menos la siguiente: la madre, que estoy seguro de que es una señora muy amable, nos ofrecía algo, Sonu nos lo intentaba traducir, nosotros nos consultábamos para decidir si era algo seguro para nuestro sistema digestivo o no y, según la conclusión y las ganas de cada uno, aceptábamos o no. Entonces Sonu mandaba a la madre, que a su vez mandaba a su hermana, que a su vez mandaba a la niña que fuera a la cocina. Nos traían lo prometido y, con más o menos confianza, nos lo tomábamos. A mí me habría gustado tomarme el chai que nos ofrecieron, pero como todavía andaba frágil del estómago preferí un té negro, como todos los demás. Luego nos trajeron unas bolitas con bastante buena pinta, pero todavía no me sentía con fuerzas para probarlas. Según los demás, eran horriblemente empalagosas, azúcar puro apelmazado. Al cabo de un rato (previa sesión de fotos de rigor) nos despedimos, con muchos gestos y palabras de agradecimiento ("dhanyevad, dhanyevad", "shukriya", "bahut achha!", "namashkar") para compensar lo cortados que estábamos por no poder participar en la hospitalidad que nos brindaban.
En vez del jeep de la empresa, Sonu nos llevó en su coche personal, un monovolumen de ocho plazas con DVD en el techo. Nos puso vídeos musicales de hip-hop popero indio para fardar. Estaba orgullosísimo de su buga y de poder enseñárnoslo. Y de demostrarnos que es el rey del mambo. Sigo pensando que no es más que un niño grande, pero, aunque no es el tipo de persona que buscaría como amigo, en el fondo es buen tío.
Nos llevó a ver la tienda de un famliar suyo. Pensábamos que era de pulseras, colgantes, etcétera, pero resultó ser de telas. Así de bien nos entendemos en inglés con él. Fue nuestra perdición, porque las chicas rápidamente encontraron algo por lo que regatear. Yo, que no sabía que iban a tardar tanto, esperaba fuera haciendo fotos. Al rato salieron Javi y Laurita, también agobiados. Nos fuimos a dar un voltio y a tomarnos una pepsi. Hacía sol, calor y humedad. Volvimos a la tienda, las chicas salieron contentas: les acababan de tomar las medidas para unos trajes típicos del Punjab que les entregarían por la tarde. Estábamos esperando a que llegara el Silencioso con el coche cuando Javi se desmayó y tuvimos que reanimarlo.
Por la gracia de Sonu de enseñarnos su cochecito tuvimos que volver a atravesar media Delhi para dejarlo en su casa y coger el jeep. Nos despedimos de Sonu y quedamos a cargo del Silencioso, que nos fue llevando adonde le pedimos. Para empezar, a ver el templo de Bahá'í. Bahá'í es una religión nacida en el siglo XIX, basada en la unidad de Dios y sus profetas y la de la raza humana. Como me pasó con los sikhs, lo que propone me parece bonito, pero no entiendo qué necesidad hay de una religión para pensar como ya pienso. Quiero decir, lo de los profetas personalmente me da bastante igual, pero que hay que respetar todas las creencias porque tienen una base común derivada de la condición humana me parece obvio. Por otra parte, quizá sea una estupidez por mi parte, pero esas propuestas tan perfectas y tan utópicas normalmente me huelen a secta.
El templo es enorme y tiene forma de flor de loto. Nos hicimos unas cuantas fotillos y entramos un rato. Por supuesto, sin zapatos. Dentro no estaba permitido hablar. Era como una gran cúpula con ventanales a ras de suelo en forma de triángulo con los ángulos redondeados. Entraba una luz suave. Había poca gente y muchos bancos colocados en semicírculo orientados a una tarima con micrófonos y sin altar. La atmósfera invitaba a la contemplación y nos sentamos un rato. Hubo quien cerró los ojos y estuvo un rato meditando y quien se hartó al poco y prefirió salir. Yo cerré los ojos como suelo hacer siempre que entro en un templo que me resulta agradable, sea iglesia, sinagoga o como se llame. Se oía un silencio aderezado por el tintineo de las tobilleras y las joyas de las mujeres indias que desfilaban descalzas entre los bancos. Era el único sonido que producían al desplazarse, como si levitaran, así que el tintineo era impersonal, venía de todas partes a la vez. El gorjeo de un par de críos se elevaba hasta la cúpula y se expandía en un suave eco. Se respiraba una paz que me habría quedado disfrutando más rato si no fuera porque gran parte del grupo ya había salido. Sólo quedaba mi hermana sentada en posición de yogui un par de bancos más atrás.
No muy lejos del loto se veía la silueta extraña de un templo que me habría gustado ver, pero la indecisión del grupo y la incomunicación con el Silencioso nos hizo pasar de largo y dirigirnos a otro tipo de templo que llevábamos tiempo queriendo ver: un centro comercial. En toda la India no vimos ni un supermercado como los de Europa, pero centros comerciales sí que hay. Aquel era tan normal que me llamó la atención. Dentro había franquicias de comida rápida, tiendas de ropa (incluyendo Lacoste, Puma, etc.), de cedés... y ya no vi más. Entré y me compré unos cuantos discos de música moderna india mientras los demás buscaban no sé si ropa o qué. Luego me zampé, por fin, un bocata de pechuga de pavo. Qué bueno es comer por fin algo sustancioso. Antes de irnos entramos en una tienda de telas para comprar un regalo. De paso nos explicaron lo que es la pashmina: la lana del gaznate de un tipo de cabra autóctono de Cachemira, con la que se hacen fulares que tienen la peculiaridad de poder pasar por un anillo. Nunca he intentado hacer pasar un fular normal por un anillo, así que a lo mejor dicha capacidad es realmente extraordinaria. Lo que no entiendo es para qué puede querer alguien hacer pasar su fular por un anillo. La verdad es que la pashmina es suavecita y agradable al tacto. Un fular hecho de esa lana costaba 5600 rupias (unos 110 euros), uno de seda 900 rupias (unos 18 euros) y uno de viscosa 300 (unos 6 euros). Supongo que el precio de la pashmina se debe ante todo a su escasez. Ahora, tampoco entiendo bien cuál es la necesidad de utilizar prendas hechas con un material escaso cuando las hechas con un material abundante cuestan quince o veinte veces menos.
Luego fuimos al hotel porque Sonu tenía que traerles a las chicas sus punjabis a medida. Pensamos que la operación no duraría mucho y quedamos con el Silencioso abajo a las siete y media. Pero resulta que el "a medida" era bastante relativo y entre sorpresas, protestas y apaños se nos hicieron más de las ocho. Entretanto había llegado Jimmy (así se hacía llamar), un indio cuyo teléfono me pasó Àngels, que había sido su profe. Le propuse quedar y él, que acababa de llegar de un viaje de diez días por el Rajasthán guiando a turistas españoles, sin ni siquiera pasar por su casa para dejar la maleta, se plantó en nuestro hotel. Lo vi abierto y acostumbrado a tratar con españoles, así que le comenté la opinión que nos habíamos formado sobre los indios. No le extrañó, pero se comprometió a cambiarla. Como la gente quería comprar los últimos regalos (a mi modo de ver, algunos se han pasado más tiempo en la India comprando regalos que disfrutándola, aunque lo primero pueda ser una forma de lo segundo), Jimmy nos propuso llevarnos a un mercado donde no nos timarían.
Por fin conseguimos salir del hotel, le pedí perdón al Silencioso por la tardanza, pero no hizo más que sonreír. Fuimos al mercado ese, pero se había hecho tarde y ya estaban cerrando casi todos los puestos. Aun así algunas encontraron bisutería interesante. Ya estábamos eligiendo un lugar para cenar cuando, de la manera más incomprensible, los astros debieron de conjurarse para que X y yo nos peleáramos. Fue un episodio tan lamentable (y, además, tan personal) que prefiero no dejar constancia de él aquí. Baste decir que lo ocurrido me dolió enormemente y nos amargó a todos la noche.
Para no fastidiar más la cosa, decidimos seguir con el plan de ir a cenar todos juntos. Jimmy nos llevó a un lugar que estaba bastante bien. Después de la cena estuvimos un rato bailoteando, aunque nadie estaba de humor como para desfasar mucho. Bueno, excepto Jimmy, a quien parecía habérsele subido el té a la cabeza. No sé si se puede generalizar a partir del ejemplo que observamos, pero yo nunca había visto semejantes espasmos y semejante carencia de sentido del ritmo, lo cual en absoluto fue óbice para que Jimmy se lo pasara bien.
A las doce nos echaron. Jimmy propuso ir a un parque que había cerca. Era nuestra última noche en la India y, a pesar de lo sucedido, nos daba pena retirarnos tan pronto, así que aceptamos. Al llegar estaba cerrado. Jimmy habló con el guardia, que según él estaba borracho, y éste dijo que por el módico precio de cien rupias nos dejaba pasar. Nos negamos. Jimmy insistía y se ofrecía a pagar él las cien rupias. No entendía que para nosotros no era una cuestión de dinero, sino de concepto. Que no pagamos porque por esas cosas "no se paga". No le cabía en la cabeza. Nos sentamos en el bordillo, mientras por las piernas nos trepaban hormiguitas minúsculas. Al cabo de un rato, visto que la conversación no cuajaba, decidimos irnos a dormir.
Empezó la fase más surrealista de la noche, la negociación de las rikshas. Jimmy paró una y, en vez de tratar del precio, que sería lo que habríamos hecho nosotros, agarró al timonel de un brazo y le hizo bajarse. Luego le obligó a que le echara el aliento para ver si había bebido, problema que por lo visto es muy frecuente por las noches. A continuación le mandó caminar en línea recta y, para terminar, le enseñó un dedo y le pidió que le dijera cuántos había, a lo que el timonel contestó "ek". Respuesta correcta. Yo pensé que si el tipo se había tomado un tripi a lo mejor lo que veía era un elefante. Creíamos que ya había acabado el circo, pero no. Todavía le pidió el móvil. No el número, sino el móvil. Como prenda o algo así. Se lo dio a Javi y le dijo: no se lo devuelvas hasta llegar al hotel, si te lo pide antes le das un par de leches. Surrealista.
Intentó repetir la jugada también con nuestro timonel, que no se lo tomó nada bien. A la tercera prueba se negó a seguir. Y cuando Jimmy le cogió el móvil, se lo arrancó de la mano cabreado, miró a mi hermana, le dijo "no problem, ma'am" y nos mandó subir. El hecho de que dejara de tratar con hombres y se dirigiera a una mujer lo interpreto como señal manifiesta de que consideraba a Jimmy absolutamente desquiciado. Y no creo que se equivocara mucho. Al llegar al hotel nos encontramos con que nos pedían setenta rupias, es decir, veinte más que el día anterior, cuando nos lo habíamos negociado solitos, sin indios protectores ni protectores indios de por medio.
El día siguiente era nuestro último día en India y quisimos empezarlo igual que el primero, o sea, yendo a Main Bazaar para contrastar la impresión de la llegada con la de tres semanas después. Mientras los demás se preparaban, yo me cogí mi primera cicloriksha (las que, en vez de ser motos con carrocería en forma de cabina, son calesas tiradas por bicicletas prehistóricas y desprovistas de cambios). No lo había hecho antes porque me daban pena los tíos que las accionan, pero en ese momento lo que menos me apetecía era regatear con los otros timadores. Éstos, al cobrar menos, también pretenderían tangarte menos. Además, hacía un día estupendo para que te diera el sol y el aire en vez de ir metido en una lata con motor pedorreante. Fui a ver Hanuman Mandir, el templo de Hanuman, el dios mono: una gigantesca estatua de cincuenta metros de altura en forma de humano con cara de mono, plantada en una esquina de un gran cruce; una de las mayores horteradas que he visto en la India, pero me encanta. Hice un par de fotos, pero no entré porque no sabía cuánto se tardaría en cicloriksha hasta Main Bazaar.
Lo de volver a ver Main Bazaar fue una gran idea. Efectivamente, nuestra perspectiva ha cambiado a lo largo de estas tres semanas y media. Lo que la primera vez nos pareció caos y suciedad ahora era lo más normal del mundo. Una calleja de asfalto placebo con tiendas a ambos lados y el habitual río de vehículos y bóvidos. O sea, lo más normal del mundo. Sólo destaca la altísima concentración de letreros de "hoteles" (o sea, pensioncillas y hostaluchos) y, consecuentemente, de guiris blanquecinos en indecentes camisetas sin mangas. Main Bazaar suele ser lugar de llegada, así que a la gente todavía no le ha dado tiempo a coger color. Muchos tienen cara de jipis fumados buscando una playa que no hay. Sí, me gustó volver a Main Bazaar. Mientras esperaba a mi hermana, me senté en el bordillo enfrente del Anoop, el "hotel" donde dormimos la primera noche, a escribir postales. A buenas horas. Llevaba más de dos semanas paseando postales en la mochila. En estas estaba cuando me cagó una paloma. Igual que el primer día al salir del Anoop. Menos mal que esta vez acertó en una postal.
Luego fui a buscar la oficina de Correos. Era un lugar exactamente igual de cutre que la escuela que vimos en Jodhpur. Sin ninguna señal ni letrero que la identificara (a menos que hubiera algo en hindi). Entre dos tiendas de especias, una escalera estrecha y ennegrecida. Subes, subes, giras, giras, te metes por una puerta, lo primero que ves es el baño abierto: los azulejos negrejos de tanto churrete de no quiero saber qué, los urinarios igual de negros y amarillentos, y montones de moscas revoloteando. Haces caso omiso, giras a la izquierda y vas a dar a una especie de balcón donde hay un banco con tres indios sentados como si estuvieran en un parque. Te asomas al balcón, ves un montón de puestos de fruta. Te das media vuelta y enfrente tienes cuatro ventanillas enrejadas. En la que queda libre, una vieja que hablaba bien inglés me vende los sellos y me recomienda que, en vez de echar las postales al buzón, se las dé en la mano. Supongo que, si no, se perderían, porque hay quienes se dedican a arrancar los sellos para revenderlos. O tal vez sea justamente así como se pierdan. Por si acaso, en vez del lengüetazo tradicional recurro a la cola que tienen allí mismo, aferrada al fondo de un pegajoso bote de plástico cortado a la mitad.
Había quedado con Estrella y Guillermo (los de Sikiliki), a quienes conocí en el minarete de Jaipur, cuyo hotel estaba precisamente en Main Bazaar. Me esperaban en la terraza, una extensa azotea pintada de azul y cubierta por un necesario toldo del que colgaban necesarios ventiladores, desde la cual había una interesante vista de la zona de Pahar Ganj. Al poco llegó mi hermana. Estuvimos conversando un par de horas con el apoyo de agua verdaderamente mineral (no como la filtrada que te suelen vender). Yo tenía pensado ir a ver el Fuerte Rojo, pero estaba tan a gusto que pasé. Era la primera vez en todo el viaje que me sentaba "a tomar un café", y lo estaba disfrutando. Estrella y Guillermo me estaban cayendo muy bien. Acabamos pasando la mitad del día juntos. Fuimos a comer dando un paseo hasta Connaught Place y por la tarde nos acercamos hasta Birla Mandir, el templo de Lakshmi Narayan por delante del cual habíamos pasado un par de veces en coche y nunca habíamos querido bajar porque sus torres de color granate combinado con salmón no parecían ofrecer nada especial. Pero esta vez habíamos decidido ir porque según Jimmy a las cinco se celebraba la ceremonia hindú de la puesta de sol.
Allí no se celebraba nada, pero el templo era mucho más impresionante de lo que parecía por fuera, lástima que no se pudiera hacer fotos. No lo entendí muy bien, creo que era una mezcla entre templo hindú y budista. Al fin y al cabo para los hindúes Buda es una de las encarnaciones de Vishnú, o algo así. Dimos una vuelta por el interior, que era bastante agradable, aunque en realidad prestábamos más atención a la conversación sobre religiones que a lo que nos rodeaba.
Para finalizar el día (y con él nuestra estancia en la India) les propuse enseñarles mi horterada favorita, el mono rojo gigantesco. Llegar a pie nos llevó un rato, por dos razones: una, porque quedaba lejos; otra, porque al pasar por un gran cruce se había roto una cañería y parte de la calzada estaba inundada. Pura India. Por fin llegamos. Esta vez decidimos entrar. Dejamos nuestros zapatos a merced de la compasión divina y, franqueando una puerta con forma de colmilluda boca de mono abierta (la lengua era la rampa de entrada), nos encontramos en un templo que, más que de orar, daba ganas de jugar. Aquello era como el Tren de la Bruja de las ferias españolas. Había un montón de estatuas terribles: un tigre, un cocodrilo de fauces abiertas, una cobra, Kali (la diosa de la muerte, representada por una mujer de color negro como la tinta con un collar de calaveras), una mujer decapitada y con el cuello sangrado, pero en pie como si estuviera bailando, y otra con la espada manchada en una mano y, sujeta por el pelo, la cabeza de su compañera en la otra... Sí, aterradoras estatuas de cartón piedra pintado con pintura acrílica brillante: formas sencillas, colores planos. Había diferentes recintos interconectados por pasillos y escaleras, daba la sensación de que al doblar una esquina iba a aparecer un tipo con una careta diciendo: ¡uh! Me encantó. Y si hubiera habido espejos deformantes habría sido todavía mejor.
Un brahmán que había por allí nos vio sacando fotos, nos cogió de la mano (a Estrella y a mí, que éramos los que en ese momento estábamos dentro) y nos hizo bajar al piso de abajo. Nos dio asco, porque el suelo estaba empapado de agua de procedencia desconocida. Nos ató varias vueltas de un cordón rojo a la muñeca, nos puso una gota de pasta roja en el medio de la frente, nos virtió en las manos una cucharada de agua bendita que simulamos bebernos y luego nos dio un puñado de caramelitos anisados blancos, que nos guardamos "para después". Luego señaló una bandejita donde tenía las ofrendas. A pesar de sentirme obligado, me lo estaba pasando tan bien en aquel parque temático que le dejé diez rupias.
Salimos del templo y nos despedimos de Estrella y Guillermo, previa foto de rigor (nótese lo sudados que estamos). Isa y yo cogimos una ciclorriksha para volver al hotel. Terminamos de hacer el equipaje, en todos los casos más abultado que a la ida. Hubo quien tuvo que comprarse maletas extra para meterlo todo. Vino Sonu a buscarnos. En el jeep me pareció que todos iban contentos. Yo también. Es la primera vez en mi vida que, estando de viaje, deseo que se acabe. Es que la India agota.
Ayer por la mañana escribí un post titulado "Apoteosis final" bajo la influencia de algo absurdo que ocurrió y que no debió haber ocurrido, un penoso hecho que me enfrentó con uno de los integrantes del grupo con quien más amistad creía tener y que hizo que las horas siguientes perdieran todo sentido. Ahora mismo no sé en qué estado están las cosas, ya que no dependen sólo de mí, pero al menos las veo con un poco más de distancia. Por eso, para no ser injusto, he decidido modificar lo escrito ayer, omitir la narración del incidente y, a cambio, hacer hincapié en lo positivo de estos últimos días, que también ha habido mucho.
El día 29 fuimos por fin a casa de Sonu, que nos presentó a toda su familia. Creo que, después de diez o doce días viajando juntos, Sonu nos ha cogido cariño. Tantas horas horas en el coche haciendo el indio (cantando, imitando animales, repitiendo como loros desdentados palabras absurdas en hindi... cosas que, por cierto, no me parecen demasiado indias) unen. Nos vino a buscar vestido con vaqueros y camisa de cuadros recién lavadita y bien remetida, delineando la curva de la felicidad. Su indumentaria y su actitud desenvuelta dejaban claro que hoy no estaba a nuestro servicio, sino que nos trataba de igual a igual (cosa que si no hizo antes no fue por nosotros, sino porque su mentalidad india se lo impide). Incluso se permitió fumar en nuestra presencia, algo que antes nunca había hecho. Nos montamos en el jeep. Conducía el Silencioso Hombre de la Eterna Sonrisa y el Nombre Larguísimo e Inaprendible, que resultó ser un empleado de Sonu. No sabíamos que fuera jefe de nadie. Atravesamos buena parte de Delhi y nos metimos en un barrio más o menos periférico. Al lado del lugar donde aparcamos corría una cloaca abierta en forma de acequia. Aquello apestaba de forma vomitiva. Me quedó confirmado lo que ya sabía: que en el hedor reinante en Varanasi había una alta proporción de emanaciones fecales y putrefactas. Sin embargo, y como contraste, las calles de la zona estaban relativamente limpias.
En casa de Sonu la escena fue un tanto surrealista. Nada más entrar está el salón, con un par de sofás, una mesa, una estantería, la tele y un ordenador. Parece que la familia de Sonu es de clase media, por llamarlo de algún modo. Luego nos enteramos de que el padre comercia con piedras preciosas en Bombay. Nos presentaron a toda la familia: el hermano de Sonu, la hermana pequeña, la madre, la tía, los sobrinos, un pilón de gente. Todos metidos en el salón, junto con el Silencioso. No nos enseñaron el resto de la casa, como habría ocurrido en España. Quizá por no habernos quitado los zapatos al entrar. Preguntamos si era necesario, pero nos dijeron que no. Nos hicieron sentarnos, mientras ellos se quedaban de pie, casi todos apelotonados bajo el dintel de la puerta que daba al pasillo. Nadie hablaba inglés, así que nadie decía nada. Nos trajeron sendos vasos de agua que, por supuesto, ni tocamos. La interacción era más o menos la siguiente: la madre, que estoy seguro de que es una señora muy amable, nos ofrecía algo, Sonu nos lo intentaba traducir, nosotros nos consultábamos para decidir si era algo seguro para nuestro sistema digestivo o no y, según la conclusión y las ganas de cada uno, aceptábamos o no. Entonces Sonu mandaba a la madre, que a su vez mandaba a su hermana, que a su vez mandaba a la niña que fuera a la cocina. Nos traían lo prometido y, con más o menos confianza, nos lo tomábamos. A mí me habría gustado tomarme el chai que nos ofrecieron, pero como todavía andaba frágil del estómago preferí un té negro, como todos los demás. Luego nos trajeron unas bolitas con bastante buena pinta, pero todavía no me sentía con fuerzas para probarlas. Según los demás, eran horriblemente empalagosas, azúcar puro apelmazado. Al cabo de un rato (previa sesión de fotos de rigor) nos despedimos, con muchos gestos y palabras de agradecimiento ("dhanyevad, dhanyevad", "shukriya", "bahut achha!", "namashkar") para compensar lo cortados que estábamos por no poder participar en la hospitalidad que nos brindaban.
En vez del jeep de la empresa, Sonu nos llevó en su coche personal, un monovolumen de ocho plazas con DVD en el techo. Nos puso vídeos musicales de hip-hop popero indio para fardar. Estaba orgullosísimo de su buga y de poder enseñárnoslo. Y de demostrarnos que es el rey del mambo. Sigo pensando que no es más que un niño grande, pero, aunque no es el tipo de persona que buscaría como amigo, en el fondo es buen tío.
Nos llevó a ver la tienda de un famliar suyo. Pensábamos que era de pulseras, colgantes, etcétera, pero resultó ser de telas. Así de bien nos entendemos en inglés con él. Fue nuestra perdición, porque las chicas rápidamente encontraron algo por lo que regatear. Yo, que no sabía que iban a tardar tanto, esperaba fuera haciendo fotos. Al rato salieron Javi y Laurita, también agobiados. Nos fuimos a dar un voltio y a tomarnos una pepsi. Hacía sol, calor y humedad. Volvimos a la tienda, las chicas salieron contentas: les acababan de tomar las medidas para unos trajes típicos del Punjab que les entregarían por la tarde. Estábamos esperando a que llegara el Silencioso con el coche cuando Javi se desmayó y tuvimos que reanimarlo.
Por la gracia de Sonu de enseñarnos su cochecito tuvimos que volver a atravesar media Delhi para dejarlo en su casa y coger el jeep. Nos despedimos de Sonu y quedamos a cargo del Silencioso, que nos fue llevando adonde le pedimos. Para empezar, a ver el templo de Bahá'í. Bahá'í es una religión nacida en el siglo XIX, basada en la unidad de Dios y sus profetas y la de la raza humana. Como me pasó con los sikhs, lo que propone me parece bonito, pero no entiendo qué necesidad hay de una religión para pensar como ya pienso. Quiero decir, lo de los profetas personalmente me da bastante igual, pero que hay que respetar todas las creencias porque tienen una base común derivada de la condición humana me parece obvio. Por otra parte, quizá sea una estupidez por mi parte, pero esas propuestas tan perfectas y tan utópicas normalmente me huelen a secta.
El templo es enorme y tiene forma de flor de loto. Nos hicimos unas cuantas fotillos y entramos un rato. Por supuesto, sin zapatos. Dentro no estaba permitido hablar. Era como una gran cúpula con ventanales a ras de suelo en forma de triángulo con los ángulos redondeados. Entraba una luz suave. Había poca gente y muchos bancos colocados en semicírculo orientados a una tarima con micrófonos y sin altar. La atmósfera invitaba a la contemplación y nos sentamos un rato. Hubo quien cerró los ojos y estuvo un rato meditando y quien se hartó al poco y prefirió salir. Yo cerré los ojos como suelo hacer siempre que entro en un templo que me resulta agradable, sea iglesia, sinagoga o como se llame. Se oía un silencio aderezado por el tintineo de las tobilleras y las joyas de las mujeres indias que desfilaban descalzas entre los bancos. Era el único sonido que producían al desplazarse, como si levitaran, así que el tintineo era impersonal, venía de todas partes a la vez. El gorjeo de un par de críos se elevaba hasta la cúpula y se expandía en un suave eco. Se respiraba una paz que me habría quedado disfrutando más rato si no fuera porque gran parte del grupo ya había salido. Sólo quedaba mi hermana sentada en posición de yogui un par de bancos más atrás.
No muy lejos del loto se veía la silueta extraña de un templo que me habría gustado ver, pero la indecisión del grupo y la incomunicación con el Silencioso nos hizo pasar de largo y dirigirnos a otro tipo de templo que llevábamos tiempo queriendo ver: un centro comercial. En toda la India no vimos ni un supermercado como los de Europa, pero centros comerciales sí que hay. Aquel era tan normal que me llamó la atención. Dentro había franquicias de comida rápida, tiendas de ropa (incluyendo Lacoste, Puma, etc.), de cedés... y ya no vi más. Entré y me compré unos cuantos discos de música moderna india mientras los demás buscaban no sé si ropa o qué. Luego me zampé, por fin, un bocata de pechuga de pavo. Qué bueno es comer por fin algo sustancioso. Antes de irnos entramos en una tienda de telas para comprar un regalo. De paso nos explicaron lo que es la pashmina: la lana del gaznate de un tipo de cabra autóctono de Cachemira, con la que se hacen fulares que tienen la peculiaridad de poder pasar por un anillo. Nunca he intentado hacer pasar un fular normal por un anillo, así que a lo mejor dicha capacidad es realmente extraordinaria. Lo que no entiendo es para qué puede querer alguien hacer pasar su fular por un anillo. La verdad es que la pashmina es suavecita y agradable al tacto. Un fular hecho de esa lana costaba 5600 rupias (unos 110 euros), uno de seda 900 rupias (unos 18 euros) y uno de viscosa 300 (unos 6 euros). Supongo que el precio de la pashmina se debe ante todo a su escasez. Ahora, tampoco entiendo bien cuál es la necesidad de utilizar prendas hechas con un material escaso cuando las hechas con un material abundante cuestan quince o veinte veces menos.
Luego fuimos al hotel porque Sonu tenía que traerles a las chicas sus punjabis a medida. Pensamos que la operación no duraría mucho y quedamos con el Silencioso abajo a las siete y media. Pero resulta que el "a medida" era bastante relativo y entre sorpresas, protestas y apaños se nos hicieron más de las ocho. Entretanto había llegado Jimmy (así se hacía llamar), un indio cuyo teléfono me pasó Àngels, que había sido su profe. Le propuse quedar y él, que acababa de llegar de un viaje de diez días por el Rajasthán guiando a turistas españoles, sin ni siquiera pasar por su casa para dejar la maleta, se plantó en nuestro hotel. Lo vi abierto y acostumbrado a tratar con españoles, así que le comenté la opinión que nos habíamos formado sobre los indios. No le extrañó, pero se comprometió a cambiarla. Como la gente quería comprar los últimos regalos (a mi modo de ver, algunos se han pasado más tiempo en la India comprando regalos que disfrutándola, aunque lo primero pueda ser una forma de lo segundo), Jimmy nos propuso llevarnos a un mercado donde no nos timarían.
Por fin conseguimos salir del hotel, le pedí perdón al Silencioso por la tardanza, pero no hizo más que sonreír. Fuimos al mercado ese, pero se había hecho tarde y ya estaban cerrando casi todos los puestos. Aun así algunas encontraron bisutería interesante. Ya estábamos eligiendo un lugar para cenar cuando, de la manera más incomprensible, los astros debieron de conjurarse para que X y yo nos peleáramos. Fue un episodio tan lamentable (y, además, tan personal) que prefiero no dejar constancia de él aquí. Baste decir que lo ocurrido me dolió enormemente y nos amargó a todos la noche.
Para no fastidiar más la cosa, decidimos seguir con el plan de ir a cenar todos juntos. Jimmy nos llevó a un lugar que estaba bastante bien. Después de la cena estuvimos un rato bailoteando, aunque nadie estaba de humor como para desfasar mucho. Bueno, excepto Jimmy, a quien parecía habérsele subido el té a la cabeza. No sé si se puede generalizar a partir del ejemplo que observamos, pero yo nunca había visto semejantes espasmos y semejante carencia de sentido del ritmo, lo cual en absoluto fue óbice para que Jimmy se lo pasara bien.
A las doce nos echaron. Jimmy propuso ir a un parque que había cerca. Era nuestra última noche en la India y, a pesar de lo sucedido, nos daba pena retirarnos tan pronto, así que aceptamos. Al llegar estaba cerrado. Jimmy habló con el guardia, que según él estaba borracho, y éste dijo que por el módico precio de cien rupias nos dejaba pasar. Nos negamos. Jimmy insistía y se ofrecía a pagar él las cien rupias. No entendía que para nosotros no era una cuestión de dinero, sino de concepto. Que no pagamos porque por esas cosas "no se paga". No le cabía en la cabeza. Nos sentamos en el bordillo, mientras por las piernas nos trepaban hormiguitas minúsculas. Al cabo de un rato, visto que la conversación no cuajaba, decidimos irnos a dormir.
Empezó la fase más surrealista de la noche, la negociación de las rikshas. Jimmy paró una y, en vez de tratar del precio, que sería lo que habríamos hecho nosotros, agarró al timonel de un brazo y le hizo bajarse. Luego le obligó a que le echara el aliento para ver si había bebido, problema que por lo visto es muy frecuente por las noches. A continuación le mandó caminar en línea recta y, para terminar, le enseñó un dedo y le pidió que le dijera cuántos había, a lo que el timonel contestó "ek". Respuesta correcta. Yo pensé que si el tipo se había tomado un tripi a lo mejor lo que veía era un elefante. Creíamos que ya había acabado el circo, pero no. Todavía le pidió el móvil. No el número, sino el móvil. Como prenda o algo así. Se lo dio a Javi y le dijo: no se lo devuelvas hasta llegar al hotel, si te lo pide antes le das un par de leches. Surrealista.
Intentó repetir la jugada también con nuestro timonel, que no se lo tomó nada bien. A la tercera prueba se negó a seguir. Y cuando Jimmy le cogió el móvil, se lo arrancó de la mano cabreado, miró a mi hermana, le dijo "no problem, ma'am" y nos mandó subir. El hecho de que dejara de tratar con hombres y se dirigiera a una mujer lo interpreto como señal manifiesta de que consideraba a Jimmy absolutamente desquiciado. Y no creo que se equivocara mucho. Al llegar al hotel nos encontramos con que nos pedían setenta rupias, es decir, veinte más que el día anterior, cuando nos lo habíamos negociado solitos, sin indios protectores ni protectores indios de por medio.
El día siguiente era nuestro último día en India y quisimos empezarlo igual que el primero, o sea, yendo a Main Bazaar para contrastar la impresión de la llegada con la de tres semanas después. Mientras los demás se preparaban, yo me cogí mi primera cicloriksha (las que, en vez de ser motos con carrocería en forma de cabina, son calesas tiradas por bicicletas prehistóricas y desprovistas de cambios). No lo había hecho antes porque me daban pena los tíos que las accionan, pero en ese momento lo que menos me apetecía era regatear con los otros timadores. Éstos, al cobrar menos, también pretenderían tangarte menos. Además, hacía un día estupendo para que te diera el sol y el aire en vez de ir metido en una lata con motor pedorreante. Fui a ver Hanuman Mandir, el templo de Hanuman, el dios mono: una gigantesca estatua de cincuenta metros de altura en forma de humano con cara de mono, plantada en una esquina de un gran cruce; una de las mayores horteradas que he visto en la India, pero me encanta. Hice un par de fotos, pero no entré porque no sabía cuánto se tardaría en cicloriksha hasta Main Bazaar.
Lo de volver a ver Main Bazaar fue una gran idea. Efectivamente, nuestra perspectiva ha cambiado a lo largo de estas tres semanas y media. Lo que la primera vez nos pareció caos y suciedad ahora era lo más normal del mundo. Una calleja de asfalto placebo con tiendas a ambos lados y el habitual río de vehículos y bóvidos. O sea, lo más normal del mundo. Sólo destaca la altísima concentración de letreros de "hoteles" (o sea, pensioncillas y hostaluchos) y, consecuentemente, de guiris blanquecinos en indecentes camisetas sin mangas. Main Bazaar suele ser lugar de llegada, así que a la gente todavía no le ha dado tiempo a coger color. Muchos tienen cara de jipis fumados buscando una playa que no hay. Sí, me gustó volver a Main Bazaar. Mientras esperaba a mi hermana, me senté en el bordillo enfrente del Anoop, el "hotel" donde dormimos la primera noche, a escribir postales. A buenas horas. Llevaba más de dos semanas paseando postales en la mochila. En estas estaba cuando me cagó una paloma. Igual que el primer día al salir del Anoop. Menos mal que esta vez acertó en una postal.
Luego fui a buscar la oficina de Correos. Era un lugar exactamente igual de cutre que la escuela que vimos en Jodhpur. Sin ninguna señal ni letrero que la identificara (a menos que hubiera algo en hindi). Entre dos tiendas de especias, una escalera estrecha y ennegrecida. Subes, subes, giras, giras, te metes por una puerta, lo primero que ves es el baño abierto: los azulejos negrejos de tanto churrete de no quiero saber qué, los urinarios igual de negros y amarillentos, y montones de moscas revoloteando. Haces caso omiso, giras a la izquierda y vas a dar a una especie de balcón donde hay un banco con tres indios sentados como si estuvieran en un parque. Te asomas al balcón, ves un montón de puestos de fruta. Te das media vuelta y enfrente tienes cuatro ventanillas enrejadas. En la que queda libre, una vieja que hablaba bien inglés me vende los sellos y me recomienda que, en vez de echar las postales al buzón, se las dé en la mano. Supongo que, si no, se perderían, porque hay quienes se dedican a arrancar los sellos para revenderlos. O tal vez sea justamente así como se pierdan. Por si acaso, en vez del lengüetazo tradicional recurro a la cola que tienen allí mismo, aferrada al fondo de un pegajoso bote de plástico cortado a la mitad.
Había quedado con Estrella y Guillermo (los de Sikiliki), a quienes conocí en el minarete de Jaipur, cuyo hotel estaba precisamente en Main Bazaar. Me esperaban en la terraza, una extensa azotea pintada de azul y cubierta por un necesario toldo del que colgaban necesarios ventiladores, desde la cual había una interesante vista de la zona de Pahar Ganj. Al poco llegó mi hermana. Estuvimos conversando un par de horas con el apoyo de agua verdaderamente mineral (no como la filtrada que te suelen vender). Yo tenía pensado ir a ver el Fuerte Rojo, pero estaba tan a gusto que pasé. Era la primera vez en todo el viaje que me sentaba "a tomar un café", y lo estaba disfrutando. Estrella y Guillermo me estaban cayendo muy bien. Acabamos pasando la mitad del día juntos. Fuimos a comer dando un paseo hasta Connaught Place y por la tarde nos acercamos hasta Birla Mandir, el templo de Lakshmi Narayan por delante del cual habíamos pasado un par de veces en coche y nunca habíamos querido bajar porque sus torres de color granate combinado con salmón no parecían ofrecer nada especial. Pero esta vez habíamos decidido ir porque según Jimmy a las cinco se celebraba la ceremonia hindú de la puesta de sol.
Allí no se celebraba nada, pero el templo era mucho más impresionante de lo que parecía por fuera, lástima que no se pudiera hacer fotos. No lo entendí muy bien, creo que era una mezcla entre templo hindú y budista. Al fin y al cabo para los hindúes Buda es una de las encarnaciones de Vishnú, o algo así. Dimos una vuelta por el interior, que era bastante agradable, aunque en realidad prestábamos más atención a la conversación sobre religiones que a lo que nos rodeaba.
Para finalizar el día (y con él nuestra estancia en la India) les propuse enseñarles mi horterada favorita, el mono rojo gigantesco. Llegar a pie nos llevó un rato, por dos razones: una, porque quedaba lejos; otra, porque al pasar por un gran cruce se había roto una cañería y parte de la calzada estaba inundada. Pura India. Por fin llegamos. Esta vez decidimos entrar. Dejamos nuestros zapatos a merced de la compasión divina y, franqueando una puerta con forma de colmilluda boca de mono abierta (la lengua era la rampa de entrada), nos encontramos en un templo que, más que de orar, daba ganas de jugar. Aquello era como el Tren de la Bruja de las ferias españolas. Había un montón de estatuas terribles: un tigre, un cocodrilo de fauces abiertas, una cobra, Kali (la diosa de la muerte, representada por una mujer de color negro como la tinta con un collar de calaveras), una mujer decapitada y con el cuello sangrado, pero en pie como si estuviera bailando, y otra con la espada manchada en una mano y, sujeta por el pelo, la cabeza de su compañera en la otra... Sí, aterradoras estatuas de cartón piedra pintado con pintura acrílica brillante: formas sencillas, colores planos. Había diferentes recintos interconectados por pasillos y escaleras, daba la sensación de que al doblar una esquina iba a aparecer un tipo con una careta diciendo: ¡uh! Me encantó. Y si hubiera habido espejos deformantes habría sido todavía mejor.
Un brahmán que había por allí nos vio sacando fotos, nos cogió de la mano (a Estrella y a mí, que éramos los que en ese momento estábamos dentro) y nos hizo bajar al piso de abajo. Nos dio asco, porque el suelo estaba empapado de agua de procedencia desconocida. Nos ató varias vueltas de un cordón rojo a la muñeca, nos puso una gota de pasta roja en el medio de la frente, nos virtió en las manos una cucharada de agua bendita que simulamos bebernos y luego nos dio un puñado de caramelitos anisados blancos, que nos guardamos "para después". Luego señaló una bandejita donde tenía las ofrendas. A pesar de sentirme obligado, me lo estaba pasando tan bien en aquel parque temático que le dejé diez rupias.
Salimos del templo y nos despedimos de Estrella y Guillermo, previa foto de rigor (nótese lo sudados que estamos). Isa y yo cogimos una ciclorriksha para volver al hotel. Terminamos de hacer el equipaje, en todos los casos más abultado que a la ida. Hubo quien tuvo que comprarse maletas extra para meterlo todo. Vino Sonu a buscarnos. En el jeep me pareció que todos iban contentos. Yo también. Es la primera vez en mi vida que, estando de viaje, deseo que se acabe. Es que la India agota.
martes, 28 de agosto de 2007
De nuevo Delhi
Esta noche apenas pude dormir, supongo que por todo lo que dormi los dias anteriores. Me levante a las seis y pico, me duche y baje a internet para, entre retortijon y retortijon, terminar de una vez el post sobre Jaisalmer. A las ocho y pico bajaron todos a desayunar. En ese momento yo estaba quemadisimo con la India, los indios y sus timos. Me sentia encerrado en un sitio donde no queria estar. De hecho, a la mesa declare mis ganas de volverme a casita cuanto antes, a dormir en una cama que se que esta limpia, ducharme sin chanclas y secarme con una toalla limpia, pagar precios fijos y no tener que regatear para quedarme siempre de todos modos con la sensacion de haber sido enganhado y, sobre todo, a comer con confianza: comida tal vez menos variada, pero sana y segura. Como decia el otro dia, lo que mas echo de menos es una buena ensalada o uno de esos gazpachos que me hago a mi estilo, con jengibre, je je.
Pero hoy el dia ha estado guay y en ciertas cosas (no en lo de la comida y las toallas) ha cambiado mi vision. Vamos por partes.
Se suponia que nos iba a venir a buscar Sonu a las nueve, pero no aparecio. Mientras esperabamos sentados en recepcion, asistimos a una demostracion de como funcionan las Increibles Lamparas Cagadoras de la India. Hasta ahora llevabamos todos mas o menos una cagada a nuestras espaldas o cabezas: yo fui el primero, con una de albatros o algo asi, por el tamanho, a Laurita una paloma descompuesta, a Laura otro bicho volante, a Sara un mono... Si, hasta ahora ganaba Sara, pero hoy ha sido superada por Laurita. Le cago una lampara. En serio. No se como, pero de un foco del techo cayo algo que, se mire como se mire, era mierda. Primero flipamos todos. Luego ella subio a lavarse y al bajar le ensenho indignada la camiseta al recepcionista, que la miro con la misma cara que los bueyes que solemos encontrarnos en la carretera. Ella insistio: me la lavais, y gratis. El tipo dijo: no hay problema, y alli mismo le hizo un "lavado a mano". O sea, con la unha rasco la sustancia reseca y le devolvio la camiseta. Ahi Laurita (no me imaginaba que pudiera ponerse asi) le canto las cuarenta y el tipo prometio mandarla a la lavanderia. Aun no se la ha devuelto.
Para nuestra sorpresa, luego aparecio Sonu. Quedamos con el, pero nadie se entero muy bien de como, y al final no nos hemos visto. Aparecio tambien nuestro jeep, esta vez conducido por un tipo alto y flaco de sonrisa estilo chino y mano flaccida. Cuando me dio la mano, apenas senti un leve toque y se me escurrio entre los dedos. No contabamos con tener un chofer a nuestra disposicion hoy, pero despues de los regateos nocturnos con las rikshas ayer, la idea me parecio genial. El tipo no hablaba ni papa de ingles. Pero ni papa. Nos pusimos en marcha sin saber adonde. Nos paro delante de no se que templo. Nosotros lo miramos por la ventanilla, dijimos "pues vale" y le mandamos ir a Janpath, donde esta el mercado tibetano. Alli, como no, nos perdimos haciendo compras. Esta vez incluso yo me deje tentar, al fin y al cabo son las ultimas oportunidades pa comprar regalitos. El condu no sabia que hacer con nosotros, pero no porque no se lo hubieramos dicho. Estuvo como una hora esperandonos de pie, menos mal que nunca perdia la sonrisa, pero esta claro que no entendia nada de lo que pasaba. Cuando ya parecia que tirabamos para el coche, pasabamos por delante de otra tienda y teniamos que entrar, regatear, comprar, y asi varias veces. A todo esto, yo con unos retortijones asesinos que me obligaban a sentarme cada tantos pasos.
Hoy en la India era el Dia del Hermano, que basicamente consiste en que las hermanas le atan una pulserita al hermano que este tiene que llevar hasta que se rompa para que se le cumpla un deseo y a cambio los hermanos les dan algo de pasta. Mi hermana llevaba dias buscando desesperadamente pulseras que no fueran demasiado horteras. Hoy, en una tienda donde estabamos todos, Laurita encontro una que no estaba mal y, a mis espaldas, se la paso a mi hermana. Ella se la metio en el bolsillo para que yo no la viera. Salimos de la tienda. Isa le pregunto a Laurita cuanto le debia. Laurita no entendia de que iba la cosa. Claro, mi hermana pensaba que la pulsera ya estaba pagada, y resulto que no. Asi que hoy fuimos sin querer autores de un hurto a pequenha escala. El hecho de que la pulsera no fuese comprada me proporciono una excusa estupenda para no darle dinero a mi hermana. Lo que no se es si, en esas circunstancias, se me cumplira el deseo.
Luego el chofer nos llevo a Jantar Mantar o algo asi, un observatorio construido por no se que soberano (me suena que el mismo que construyo el Taj Mahal, pero como todos se llaman raro no los distingo) que Javi queria ver. El observatorio, no el soberano. Al llegar alli nos asaltaron los encasquetadores de postales y encima habia que pagar, asi que nos fuimos rapidamente. El chofer debia de flipar cada vez mas: cada vez que los llevo a un monumento importante apenas bajan del coche para echarle un vistazo, en cambio los llevo a una calle normal llena de tiendas y son capaces de tirarse alli dos horas!
Fuimos a ver un templo sikh, Gurudwara Bangla Sahib o algo asi. Por supuesto, habia que quitarse los zapatos para entrar (pero estos estan mas organizaos: los dejan en unas taquillas y te dan un numerito, no como normalmente, que los aparcas en la calle y rezas para que sigan alli cuando vuelvas) y, ademas, cubrirse la cabeza. Nos endosaron unos panhuelitos cutrehorteras que vaya por dios. A ver si otro dia puedo poner fotos de nuestra pinta infame. Luego habia que pasar por una especie de charco de agua turbia y calentorra para "lavarse" las pezunhas. Aquello nos dio bastante asco, pero a estas alturas ya hay cosas por las que pasamos sin demasiados remilgos. A la entrada habia un grupo organizado de petardos colombianos o algo asi. Lo de petardos no lo digo porque fueran colombianos, sino porque eran unos petardos. Los guiaba un sikh con su turbante. Al oirnos hablar espanhol nos pregunto de donde eramos y nos mando seguirle. Guay. Tuvimos un guia gratis que dominaba el espanhol y hablaba con conocimiento de causa. Entramos. Dentro, tres tipos tocaban musica: uno cantaba, otro tocaba la tabla y otro el armonio. No lo hacian mal. Habia un monton de gente sentada en el suelo con las piernas cruzadas. Algunos eran sikhs y otros se veia que no. Estuvimos un par de minutos alli y luego el guia, que decia llamarse Pablo, nos llevo a una especie de comedor de beneficencia que tenian. Habia cientos de personas comiendo y cientos esperando. Sikhs, hindues y puede que otros, hombres, mujeres y ninhos, pobres, menos pobres y nada pobres. Vimos como hacian alli las lentejas en cubos y el chapati (especie de crepe más o menos crujiente hecho solo de harina a la plancha y que ellos usan a modo de pan) y las chicas incluso estuvieron amasando. Yo, haciendo fotos. Luego vimos como les servian la comida en escudillas a cientos de indios distribuidos en seis u ocho hileras. Nadie empezo a comer hasta que el ultimo estuvo servido. Parecia ensayado. Asi todos acabarian al mismo tiempo para que el siguiente grupo tomara el relevo. Mientras tanto, los colombianos lo filmaban absolutamente todo, usando como banda sonora sus propios comentarios: "y aqui tenemos a un monton de personas comiendo, bla, bla, bla...". Me pregunto si seran capaces de ver ese video alguna vez.
Los sikhs, cuando los ves, dan miedo. Son gente orgullosa y de apariencia fiera. No se recortan la barba ni el pelo, que llevan enrollado bajo los siete metros de tela de sus airosos turbantes. Tienen la mirada desafiante y la pose erguida. Suelen ser fisicamente mas fuertes que el indio medio. Al fin y al cabo, son leones. Todos los sikhs lucen el mismo apellido, Singh, que significa leon. Pertenecen a una estirpe guerrera. Y, sin embargo, hoy (por primera vez, he de reconocerlo) me han dado muy buen rollo. Me han parecido bastante majetes, cultos, con ironia y dignidad. No habia gente pidiendo dinero, aparte de uno al que le hicimos fotos (por indicacion de Pablo): le fui a dar diez rupias y me miro con desprecio, como diciendo "?es que no valgo mas?". Se quedo sin mis rupias.
Los sikhs se caracterizan por "las cinco pes": el pelo (largo, tanto en hombres como en mujeres, y recogido); el peine que llevan en el turbante (simbolo de limpieza; cuando pienso en la cantidad de tiempo que deben de pasar despiojandose!); la pulsera de acero, fina y sencilla; los pantalones cortos (sobre los que suelen llevar otros largos); y el punhal (todos llevan una preciosa vaina ornamentada que contiene un punhal curvo; no se como van las leyes indias sobre la posesion de armas blancas).
La religion sikh es una religion monoteista. Creen que su dios (que, por lo que se, no tiene ningun nombre especial) es el mismo que el de los cristianos o los musulmanes. Creen en el trabajo duro y no esperan recompensa por sus actos en otra vida, que, segun he entendido, no hay. La recompensa es y esta en la propia vida. Si tienen un concepto parecido al del karma, en el sentido de que la bondad o maldad de tus actos repercutira sobre ti mismo. En principio no tienen idolos, sacerdotes ni ritos como la misa, aunque si veneran a sus diez primeros gurus o algo asi. Aparte del punto de partida vitalista y "ecumenico", me llama la atencion que, tratandose de una religion india, no acepten el sistema de castas ni la desigualdad entre hombres y mujeres: dicen que el hombre y la mujer son como las dos alas del mismo pajaro. Nos quedamos tan gratamente impresionados con los sikhs que algunos declaramos nuestra intencion de convertirnos, aunque luego dijimos que para seguir pensando de la misma manera de la que ya pensamos no nos hace falta ninguna religion. Luego, pensandolo bien, hemos visto algunas faltas de coherencia entre lo que predican y lo que practican (no dejan de ser indios y no dejan de ser profundamente religiosos), pero a mi, personalmente, me han despertado simpatia. Me gustaria saber mas sobre ellos.
Luego nuestro chofer nos quiso llevar a no se donde, pero por el camino vimos la Puerta de la India, una especie de tosco arco de triunfo rodeado de extensos jardines con familias solazandose y estanques con ninhos banhandose, y decidimos bajar a hacernos unas fotillos, tomarnos algo de beber y descansar un rato sin el agobio de gente que hay en otros lados. Ademas, !habia papeleras!, y eso era necesario inmortalizarlo. La jugada nos salio a medias. Efectivamente, estuvimos un rato tirados en el cesped, observando a los indios y, sobre todo, siendo observados por ellos. Cuando nos dimos cuenta, la densidad de poblacion del parque se concentraba en nuestra zona. Todos los grupos de gente estaban vueltos hacia nosotros y nos miraban en silencio, de vez en cuando comentaban algo y se reian. Intentamos entablar conversacion con algunos grupos, pero nadie hablaba ingles. Yo me fui a comprar agua (bueno, en realidad fui siguiendo el rastro de una india que me habia gustado, total, algo tenia que hacer para olvidarme del dolor constante en el bajo vientre) y por el camino quise sacar un par de fotos de un grupo de ninhos que se estaban banhando en el estanque, tirandose de cabeza desde una fuente. Al verme se volvieron locos, todos empezaron a posar (muchos de ellos ensenhandome con la mano su bien mas preciado, no entendi muy bien por que) y luego salieron del agua y me rodearon pidiendome fotos individuales (no se si con o sin atributo), pero me escape de alli porque me estaban mojando la camara. Volvi adonde estaba el resto, ya con mi aguita. Se nos acerco una chavalilla de como ocho anhos. Era muy graciosa y le encantaba posar (como buena india), asi que le hicimos un reportaje fotografico. Luego nos acercamos a sus padres para ensenharles las fotos y ahi se me ocurrio una "idea genial". Habia unos tipos que sacaban fotos y luego las imprimian en una impresora portatil. Les pedi que me imprimieran una (pipty rupees, no consegui regatear) y se la regale a la familia. Se quedaron contentisimos. Estabamos ya sitiados por indios y nuestro chofer habia venido a buscarnos (sin decir palabra, eso si; pero supongo que no entenderia que haciamos alli perdiendo el tiempo en vez de ver un museo, un minarete, un templo u otra atraccion similar).
Nos quiso llevar a ver el Parlamento, pero por el camino vimos a un grupo de indios jugando al cricket y tuvimos que parar. Hicimos unas cuantas fotos sin entender muy bien el juego. Se nos ocurrio que estaria guay jugar un rato, aunque fuera intentar batear un par de veces. Les pedimos permiso. Acabamos jugando un partido entero con ellos. Como una hora o asi. Fue divertidisimo, aunque no sabiamos muy bien lo que estabamos haciendo, ninguno de nosotros conocia las reglas y ellos, en vez de explicarnoslas, nos decian "no rules". Por lo que vi, se parece bastante al beisbol, uno del equipo A lanza la bola intentando derribar unos palos que hay detras de uno del equipo B, que a su vez intenta batear. Detras de el hay uno del equipo A, que cumple una funcion similar al catcher del beisbol. El resto del equipo B esta distribuido por el campo para coger la bola bateada y pasarsela a... bueno, aqui nos perdimos. El caso es que nos lo pasamos genial y tenemos unas fotos para morirse de risa (sobre todo las mias bateando: mas que un jugador de cricket parezco una bailarina de ballet con las piernas blancas y peludas; ademas, con los pantalones que llevaba, abiertos por los lados, no podia correr porque me los pisaba y parecia un pato, de hecho una vez estuve a punto de estamparme contra el suelo, ante la carcajada general de los indios, que para eso no se cortan un pelo). Lo curioso (o no tanto, visto lo visto) es que cuando llegamos no habia nadie mirando el partido, y cuando nos fuimos el publico superaba las cincuenta personas. Incluso nos hicieron fotos creo que para algun periodico. Hemos quedado con los tios esos para salir manhana. A ver. Por cierto, jugar al cricket con gastroenteritis es toda una experiencia.
Al acabar tuve que volver urgentemente al hotel. Ya fuimos todos y descansamos un rato. Tenia treinta y ocho y medio de fiebre. Me tome algo para el dolor y mi hermana y Sara me improvisaron una sesion de reiki. Yo suelo ser bastante esceptico para esas cosas (y mas si se hacen aprisa y corriendo en la recepcion del hotel), pero he de decir que me senti mejor inmediatamente. Luego en el jeep, camino del restaurante donde queriamos cenar, las conversaciones eran de lo mas curioso: "yo a mi hermano lo he visto azul", "ya, pero eso es porque yo le abri los canales antes".
Fuimos a un sitio de comida vegetariana del sur de la India. Todos se pidieron cosas con una pinta extranhisima que me habria encantado probar. Yo me tuve que contentar con arroz blanco blanquisimo y cocidisimo. Pedi "plain rice" y el camarero, que estaba bastante empanado, insistia en que solo me podia traer "rice with curd" (antes de que me pregunteis, yo juraria que "curd" es yogur, pero no se por que no le llaman yogur). Vale, me pedi un platin de arroz con el yogur aparte. Me comi el arroz y deje el yogur (al final se lo tomo Sara de postre). Como me habia quedado con hambre (es que hoy solo habia comido dos tostadas sin nada al desayuno), pedi otro "plain rice". El empanao del camarero, que solo puede ser "rice with curd". Yo, que como quiera, pero que es una pena, porque vamos a tirar el curd. El, que el plato es rice with curd y que no hay tutia. Yo, que vale, pero que me sigue pareciendo una pena. Al cabo de diez minutos (en los que les habia dado tiempo a traer el arroz con tamarindo que mi hermana debe de estar vomitando en estos momentos y que habia pedido a la vez que yo), a mi hermana se le ocurrio preguntarle que pasaba con mi rice. El tipo dijo: "plain rice no possible, only rice with curd". Yo, muerto de hambre, con fiebre y dolor de barriga, salte: "bring me your rice with curd, but bring it now!" y anhadi en polaco, para no pasarme de ofensivo: "kurwa mac!", y luego en espanhol: "?estas gilipollas o que?". Me dio un arrebato bastante poco zen y probablemente exagerado, pero es que el tipo me mosqueo. Despues de comerme el segundo miniplato de arroz ultrasoso, nos encargamos de que, ya que nos lo iban a cobrar, que no reutilizasen el curd. Le echamos un poquito de pimienta, algo de chili, unas gotas de agua, y se formo una pasta realmente asquerosa que espero no le hayan encasquetado a nadie. Me supo mal haberme enfadado asi, pero en Espanha (o en Polonia) nadie te pondria pegas por hacerte un arroz cuando estas mal del estogamo, y ademas te cobrarian una miseria por ello. Aqui, con tal de no bajarte el precio, insisten en traerte el puto curd aunque luego lo vayan a tirar. Como si no tuvieran pobres a los que darles la comida.
Para terminar la noche, la misma escena de ayer (solo que anoche la tuvimos dos veces, a la ida y a la vuelta): el encontrar una riksha que no te time mas de lo aceptable. Anoche todos nos querian cobrar cien, ciento veinte o hasta doscientas rupias por riksha, cuando sabemos que el precio por cinco quilometros es de veinticinco. A los guiris no les ponen el rikshometro. Lo mas barato que conseguimos fue cincuenta, o sea, el doble del precio indio. De lo que no se dio cuenta el rikshero es de que se habia dejado el rikshometro encendido, con lo que, mediante una simple operacion matematica, vimos claramente que la carrera deberia habernos costado la mitad. Le pagamos al tipo lo convenido, pero le hice saber mi descontento, a lo que el contesto "night charge". Le habria dicho que el night charge empieza a las diez o las once, no a las nueve, y que en todo caso es del 25%, pero ya pase. Hoy, la misma historia. Menos mal que Javi, con su pinta de indio de otro estado (permitidme recordaros que no en todo el pais se habla el hindi) nos negocio rapidamente (o sea, a la quinta o sexta) una por cincuenta.
Estos dias me viene la idea de que hay algo en mi planteamiento que falla. Quiza deberia aceptar que las cosas aqui son como son y que no se puede aplicar el mismo rasero para los indios y para el resto. Deberia admitir que, al fin y al cabo, veinte rupias arriba o abajo para mi no significan gran cosa (a no ser que acumules las de varias veces diarias durante un mes), mientras que para ellos marcan una diferencia. Cuestion de supervivencia. Deberia comprender que lo que hace esa gente no es mas que cumplir con su objetivo de comerciantes (lease: vendedores, camareros, recepcionistas, riksheros, todos quienes cobran por un servicio), es decir, obtener el maximo beneficio posible. ?Acaso no nos timan tambien todos los dias en Europa con precios fijos inflados por los que no se nos ocurre protestar? Probablemente deberia ver que no es una cuestion de honor, que no es que me tomen a mi por imbecil, sino que, como dice Laurita, nos consideran medios para conseguir un fin. No nos tratan como individuos, como personas, sino como representantes de un mundo injustamente mejor y fuera de su alcance. Y no parece que vean nada de malo en ello. Te tangan con la mayor naturalidad. Extranjero es igual a rico, el mundo es injusto, saquemosles lo que podamos. Si, deberia plantearme todas estas cosas desde otro punto de vista, y lo intento, pero me cuesta. De todos modos creo que tienen poca vision a largo plazo, porque si las cosas fueran de otra manera la gente compraria mas, utilizaria mas sus servicios, dejaria mejores propinas y volveria encantada. No se dan cuenta de lo que pierden. Para mi gusto, pierden lo mas importante, aquello de lo que su pais podria estar orgulloso. Es una pena que la cuna de la espiritualidad se pervierta por dinero cuando en realidad el pais es rico en recursos.
Sea como sea, me quedan dos dias aqui y no voy a dejar que nada me los estropee, ni los indios timadores, ni las bacterias que le han cogido el gustillo a mis intestinos, ni nada. El dia de hoy ha estado guay y hemos logrado tener contacto con indios que, por no ser o no estar en su faceta de comerciantes, no pretendian nada de nosotros. Realmente es una lastima que no hablen mas ingles. Creo que en el sur se habla mas. En el norte, sin hindi no llegas muy lejos.
(NOTA: si es que mas oportunos no pueden ser. Justo cuando estoy intentando cambiar la impresion que me han causado, achacandosela a mis prejuicios, me pasa lo que me acaba de pasar. El camarero del restaurante -que llevaba horas observandome aburrido y mirando por encima de mi cabeza lo que escribo, aunque no entienda nada; ya hablare otro dia sobre el concepto de intimidad en este pais superpoblado- el mismo que anoche apago las luces para echarme, decidio hacer lo mismo, con tan mala fortuna que, justo en el momento en que yo estaba pulsando el boton de publicar para irme ya a dormir, me desconecto el modem y perdi los tres ultimos parrafos que habia escrito y que no he sido capaz de redactar igual. Cuando le eche la bronca tuvo el morro de decir que el no habia sido, !!!que la culpa era mia por haber tocado el enchufe con el respaldo de la silla!!! Esa cobardia manifiesta para asumir los errores me recuerda al dia que en Agra le deje a Sonu mi navaja para que me la custodiara, pues no podia entrar con ella a no se que templo, y cuando volvi, misteriosamente, la navaja habia perdido el seguro, pero Sonu juro y perjuro que no tenia nada que ver. ?Sera un efecto secundario del sistema de castas?)
Pero hoy el dia ha estado guay y en ciertas cosas (no en lo de la comida y las toallas) ha cambiado mi vision. Vamos por partes.
Se suponia que nos iba a venir a buscar Sonu a las nueve, pero no aparecio. Mientras esperabamos sentados en recepcion, asistimos a una demostracion de como funcionan las Increibles Lamparas Cagadoras de la India. Hasta ahora llevabamos todos mas o menos una cagada a nuestras espaldas o cabezas: yo fui el primero, con una de albatros o algo asi, por el tamanho, a Laurita una paloma descompuesta, a Laura otro bicho volante, a Sara un mono... Si, hasta ahora ganaba Sara, pero hoy ha sido superada por Laurita. Le cago una lampara. En serio. No se como, pero de un foco del techo cayo algo que, se mire como se mire, era mierda. Primero flipamos todos. Luego ella subio a lavarse y al bajar le ensenho indignada la camiseta al recepcionista, que la miro con la misma cara que los bueyes que solemos encontrarnos en la carretera. Ella insistio: me la lavais, y gratis. El tipo dijo: no hay problema, y alli mismo le hizo un "lavado a mano". O sea, con la unha rasco la sustancia reseca y le devolvio la camiseta. Ahi Laurita (no me imaginaba que pudiera ponerse asi) le canto las cuarenta y el tipo prometio mandarla a la lavanderia. Aun no se la ha devuelto.
Para nuestra sorpresa, luego aparecio Sonu. Quedamos con el, pero nadie se entero muy bien de como, y al final no nos hemos visto. Aparecio tambien nuestro jeep, esta vez conducido por un tipo alto y flaco de sonrisa estilo chino y mano flaccida. Cuando me dio la mano, apenas senti un leve toque y se me escurrio entre los dedos. No contabamos con tener un chofer a nuestra disposicion hoy, pero despues de los regateos nocturnos con las rikshas ayer, la idea me parecio genial. El tipo no hablaba ni papa de ingles. Pero ni papa. Nos pusimos en marcha sin saber adonde. Nos paro delante de no se que templo. Nosotros lo miramos por la ventanilla, dijimos "pues vale" y le mandamos ir a Janpath, donde esta el mercado tibetano. Alli, como no, nos perdimos haciendo compras. Esta vez incluso yo me deje tentar, al fin y al cabo son las ultimas oportunidades pa comprar regalitos. El condu no sabia que hacer con nosotros, pero no porque no se lo hubieramos dicho. Estuvo como una hora esperandonos de pie, menos mal que nunca perdia la sonrisa, pero esta claro que no entendia nada de lo que pasaba. Cuando ya parecia que tirabamos para el coche, pasabamos por delante de otra tienda y teniamos que entrar, regatear, comprar, y asi varias veces. A todo esto, yo con unos retortijones asesinos que me obligaban a sentarme cada tantos pasos.
Hoy en la India era el Dia del Hermano, que basicamente consiste en que las hermanas le atan una pulserita al hermano que este tiene que llevar hasta que se rompa para que se le cumpla un deseo y a cambio los hermanos les dan algo de pasta. Mi hermana llevaba dias buscando desesperadamente pulseras que no fueran demasiado horteras. Hoy, en una tienda donde estabamos todos, Laurita encontro una que no estaba mal y, a mis espaldas, se la paso a mi hermana. Ella se la metio en el bolsillo para que yo no la viera. Salimos de la tienda. Isa le pregunto a Laurita cuanto le debia. Laurita no entendia de que iba la cosa. Claro, mi hermana pensaba que la pulsera ya estaba pagada, y resulto que no. Asi que hoy fuimos sin querer autores de un hurto a pequenha escala. El hecho de que la pulsera no fuese comprada me proporciono una excusa estupenda para no darle dinero a mi hermana. Lo que no se es si, en esas circunstancias, se me cumplira el deseo.
Luego el chofer nos llevo a Jantar Mantar o algo asi, un observatorio construido por no se que soberano (me suena que el mismo que construyo el Taj Mahal, pero como todos se llaman raro no los distingo) que Javi queria ver. El observatorio, no el soberano. Al llegar alli nos asaltaron los encasquetadores de postales y encima habia que pagar, asi que nos fuimos rapidamente. El chofer debia de flipar cada vez mas: cada vez que los llevo a un monumento importante apenas bajan del coche para echarle un vistazo, en cambio los llevo a una calle normal llena de tiendas y son capaces de tirarse alli dos horas!
Fuimos a ver un templo sikh, Gurudwara Bangla Sahib o algo asi. Por supuesto, habia que quitarse los zapatos para entrar (pero estos estan mas organizaos: los dejan en unas taquillas y te dan un numerito, no como normalmente, que los aparcas en la calle y rezas para que sigan alli cuando vuelvas) y, ademas, cubrirse la cabeza. Nos endosaron unos panhuelitos cutrehorteras que vaya por dios. A ver si otro dia puedo poner fotos de nuestra pinta infame. Luego habia que pasar por una especie de charco de agua turbia y calentorra para "lavarse" las pezunhas. Aquello nos dio bastante asco, pero a estas alturas ya hay cosas por las que pasamos sin demasiados remilgos. A la entrada habia un grupo organizado de petardos colombianos o algo asi. Lo de petardos no lo digo porque fueran colombianos, sino porque eran unos petardos. Los guiaba un sikh con su turbante. Al oirnos hablar espanhol nos pregunto de donde eramos y nos mando seguirle. Guay. Tuvimos un guia gratis que dominaba el espanhol y hablaba con conocimiento de causa. Entramos. Dentro, tres tipos tocaban musica: uno cantaba, otro tocaba la tabla y otro el armonio. No lo hacian mal. Habia un monton de gente sentada en el suelo con las piernas cruzadas. Algunos eran sikhs y otros se veia que no. Estuvimos un par de minutos alli y luego el guia, que decia llamarse Pablo, nos llevo a una especie de comedor de beneficencia que tenian. Habia cientos de personas comiendo y cientos esperando. Sikhs, hindues y puede que otros, hombres, mujeres y ninhos, pobres, menos pobres y nada pobres. Vimos como hacian alli las lentejas en cubos y el chapati (especie de crepe más o menos crujiente hecho solo de harina a la plancha y que ellos usan a modo de pan) y las chicas incluso estuvieron amasando. Yo, haciendo fotos. Luego vimos como les servian la comida en escudillas a cientos de indios distribuidos en seis u ocho hileras. Nadie empezo a comer hasta que el ultimo estuvo servido. Parecia ensayado. Asi todos acabarian al mismo tiempo para que el siguiente grupo tomara el relevo. Mientras tanto, los colombianos lo filmaban absolutamente todo, usando como banda sonora sus propios comentarios: "y aqui tenemos a un monton de personas comiendo, bla, bla, bla...". Me pregunto si seran capaces de ver ese video alguna vez.
Los sikhs, cuando los ves, dan miedo. Son gente orgullosa y de apariencia fiera. No se recortan la barba ni el pelo, que llevan enrollado bajo los siete metros de tela de sus airosos turbantes. Tienen la mirada desafiante y la pose erguida. Suelen ser fisicamente mas fuertes que el indio medio. Al fin y al cabo, son leones. Todos los sikhs lucen el mismo apellido, Singh, que significa leon. Pertenecen a una estirpe guerrera. Y, sin embargo, hoy (por primera vez, he de reconocerlo) me han dado muy buen rollo. Me han parecido bastante majetes, cultos, con ironia y dignidad. No habia gente pidiendo dinero, aparte de uno al que le hicimos fotos (por indicacion de Pablo): le fui a dar diez rupias y me miro con desprecio, como diciendo "?es que no valgo mas?". Se quedo sin mis rupias.
Los sikhs se caracterizan por "las cinco pes": el pelo (largo, tanto en hombres como en mujeres, y recogido); el peine que llevan en el turbante (simbolo de limpieza; cuando pienso en la cantidad de tiempo que deben de pasar despiojandose!); la pulsera de acero, fina y sencilla; los pantalones cortos (sobre los que suelen llevar otros largos); y el punhal (todos llevan una preciosa vaina ornamentada que contiene un punhal curvo; no se como van las leyes indias sobre la posesion de armas blancas).
La religion sikh es una religion monoteista. Creen que su dios (que, por lo que se, no tiene ningun nombre especial) es el mismo que el de los cristianos o los musulmanes. Creen en el trabajo duro y no esperan recompensa por sus actos en otra vida, que, segun he entendido, no hay. La recompensa es y esta en la propia vida. Si tienen un concepto parecido al del karma, en el sentido de que la bondad o maldad de tus actos repercutira sobre ti mismo. En principio no tienen idolos, sacerdotes ni ritos como la misa, aunque si veneran a sus diez primeros gurus o algo asi. Aparte del punto de partida vitalista y "ecumenico", me llama la atencion que, tratandose de una religion india, no acepten el sistema de castas ni la desigualdad entre hombres y mujeres: dicen que el hombre y la mujer son como las dos alas del mismo pajaro. Nos quedamos tan gratamente impresionados con los sikhs que algunos declaramos nuestra intencion de convertirnos, aunque luego dijimos que para seguir pensando de la misma manera de la que ya pensamos no nos hace falta ninguna religion. Luego, pensandolo bien, hemos visto algunas faltas de coherencia entre lo que predican y lo que practican (no dejan de ser indios y no dejan de ser profundamente religiosos), pero a mi, personalmente, me han despertado simpatia. Me gustaria saber mas sobre ellos.
Luego nuestro chofer nos quiso llevar a no se donde, pero por el camino vimos la Puerta de la India, una especie de tosco arco de triunfo rodeado de extensos jardines con familias solazandose y estanques con ninhos banhandose, y decidimos bajar a hacernos unas fotillos, tomarnos algo de beber y descansar un rato sin el agobio de gente que hay en otros lados. Ademas, !habia papeleras!, y eso era necesario inmortalizarlo. La jugada nos salio a medias. Efectivamente, estuvimos un rato tirados en el cesped, observando a los indios y, sobre todo, siendo observados por ellos. Cuando nos dimos cuenta, la densidad de poblacion del parque se concentraba en nuestra zona. Todos los grupos de gente estaban vueltos hacia nosotros y nos miraban en silencio, de vez en cuando comentaban algo y se reian. Intentamos entablar conversacion con algunos grupos, pero nadie hablaba ingles. Yo me fui a comprar agua (bueno, en realidad fui siguiendo el rastro de una india que me habia gustado, total, algo tenia que hacer para olvidarme del dolor constante en el bajo vientre) y por el camino quise sacar un par de fotos de un grupo de ninhos que se estaban banhando en el estanque, tirandose de cabeza desde una fuente. Al verme se volvieron locos, todos empezaron a posar (muchos de ellos ensenhandome con la mano su bien mas preciado, no entendi muy bien por que) y luego salieron del agua y me rodearon pidiendome fotos individuales (no se si con o sin atributo), pero me escape de alli porque me estaban mojando la camara. Volvi adonde estaba el resto, ya con mi aguita. Se nos acerco una chavalilla de como ocho anhos. Era muy graciosa y le encantaba posar (como buena india), asi que le hicimos un reportaje fotografico. Luego nos acercamos a sus padres para ensenharles las fotos y ahi se me ocurrio una "idea genial". Habia unos tipos que sacaban fotos y luego las imprimian en una impresora portatil. Les pedi que me imprimieran una (pipty rupees, no consegui regatear) y se la regale a la familia. Se quedaron contentisimos. Estabamos ya sitiados por indios y nuestro chofer habia venido a buscarnos (sin decir palabra, eso si; pero supongo que no entenderia que haciamos alli perdiendo el tiempo en vez de ver un museo, un minarete, un templo u otra atraccion similar).
Nos quiso llevar a ver el Parlamento, pero por el camino vimos a un grupo de indios jugando al cricket y tuvimos que parar. Hicimos unas cuantas fotos sin entender muy bien el juego. Se nos ocurrio que estaria guay jugar un rato, aunque fuera intentar batear un par de veces. Les pedimos permiso. Acabamos jugando un partido entero con ellos. Como una hora o asi. Fue divertidisimo, aunque no sabiamos muy bien lo que estabamos haciendo, ninguno de nosotros conocia las reglas y ellos, en vez de explicarnoslas, nos decian "no rules". Por lo que vi, se parece bastante al beisbol, uno del equipo A lanza la bola intentando derribar unos palos que hay detras de uno del equipo B, que a su vez intenta batear. Detras de el hay uno del equipo A, que cumple una funcion similar al catcher del beisbol. El resto del equipo B esta distribuido por el campo para coger la bola bateada y pasarsela a... bueno, aqui nos perdimos. El caso es que nos lo pasamos genial y tenemos unas fotos para morirse de risa (sobre todo las mias bateando: mas que un jugador de cricket parezco una bailarina de ballet con las piernas blancas y peludas; ademas, con los pantalones que llevaba, abiertos por los lados, no podia correr porque me los pisaba y parecia un pato, de hecho una vez estuve a punto de estamparme contra el suelo, ante la carcajada general de los indios, que para eso no se cortan un pelo). Lo curioso (o no tanto, visto lo visto) es que cuando llegamos no habia nadie mirando el partido, y cuando nos fuimos el publico superaba las cincuenta personas. Incluso nos hicieron fotos creo que para algun periodico. Hemos quedado con los tios esos para salir manhana. A ver. Por cierto, jugar al cricket con gastroenteritis es toda una experiencia.
Al acabar tuve que volver urgentemente al hotel. Ya fuimos todos y descansamos un rato. Tenia treinta y ocho y medio de fiebre. Me tome algo para el dolor y mi hermana y Sara me improvisaron una sesion de reiki. Yo suelo ser bastante esceptico para esas cosas (y mas si se hacen aprisa y corriendo en la recepcion del hotel), pero he de decir que me senti mejor inmediatamente. Luego en el jeep, camino del restaurante donde queriamos cenar, las conversaciones eran de lo mas curioso: "yo a mi hermano lo he visto azul", "ya, pero eso es porque yo le abri los canales antes".
Fuimos a un sitio de comida vegetariana del sur de la India. Todos se pidieron cosas con una pinta extranhisima que me habria encantado probar. Yo me tuve que contentar con arroz blanco blanquisimo y cocidisimo. Pedi "plain rice" y el camarero, que estaba bastante empanado, insistia en que solo me podia traer "rice with curd" (antes de que me pregunteis, yo juraria que "curd" es yogur, pero no se por que no le llaman yogur). Vale, me pedi un platin de arroz con el yogur aparte. Me comi el arroz y deje el yogur (al final se lo tomo Sara de postre). Como me habia quedado con hambre (es que hoy solo habia comido dos tostadas sin nada al desayuno), pedi otro "plain rice". El empanao del camarero, que solo puede ser "rice with curd". Yo, que como quiera, pero que es una pena, porque vamos a tirar el curd. El, que el plato es rice with curd y que no hay tutia. Yo, que vale, pero que me sigue pareciendo una pena. Al cabo de diez minutos (en los que les habia dado tiempo a traer el arroz con tamarindo que mi hermana debe de estar vomitando en estos momentos y que habia pedido a la vez que yo), a mi hermana se le ocurrio preguntarle que pasaba con mi rice. El tipo dijo: "plain rice no possible, only rice with curd". Yo, muerto de hambre, con fiebre y dolor de barriga, salte: "bring me your rice with curd, but bring it now!" y anhadi en polaco, para no pasarme de ofensivo: "kurwa mac!", y luego en espanhol: "?estas gilipollas o que?". Me dio un arrebato bastante poco zen y probablemente exagerado, pero es que el tipo me mosqueo. Despues de comerme el segundo miniplato de arroz ultrasoso, nos encargamos de que, ya que nos lo iban a cobrar, que no reutilizasen el curd. Le echamos un poquito de pimienta, algo de chili, unas gotas de agua, y se formo una pasta realmente asquerosa que espero no le hayan encasquetado a nadie. Me supo mal haberme enfadado asi, pero en Espanha (o en Polonia) nadie te pondria pegas por hacerte un arroz cuando estas mal del estogamo, y ademas te cobrarian una miseria por ello. Aqui, con tal de no bajarte el precio, insisten en traerte el puto curd aunque luego lo vayan a tirar. Como si no tuvieran pobres a los que darles la comida.
Para terminar la noche, la misma escena de ayer (solo que anoche la tuvimos dos veces, a la ida y a la vuelta): el encontrar una riksha que no te time mas de lo aceptable. Anoche todos nos querian cobrar cien, ciento veinte o hasta doscientas rupias por riksha, cuando sabemos que el precio por cinco quilometros es de veinticinco. A los guiris no les ponen el rikshometro. Lo mas barato que conseguimos fue cincuenta, o sea, el doble del precio indio. De lo que no se dio cuenta el rikshero es de que se habia dejado el rikshometro encendido, con lo que, mediante una simple operacion matematica, vimos claramente que la carrera deberia habernos costado la mitad. Le pagamos al tipo lo convenido, pero le hice saber mi descontento, a lo que el contesto "night charge". Le habria dicho que el night charge empieza a las diez o las once, no a las nueve, y que en todo caso es del 25%, pero ya pase. Hoy, la misma historia. Menos mal que Javi, con su pinta de indio de otro estado (permitidme recordaros que no en todo el pais se habla el hindi) nos negocio rapidamente (o sea, a la quinta o sexta) una por cincuenta.
Estos dias me viene la idea de que hay algo en mi planteamiento que falla. Quiza deberia aceptar que las cosas aqui son como son y que no se puede aplicar el mismo rasero para los indios y para el resto. Deberia admitir que, al fin y al cabo, veinte rupias arriba o abajo para mi no significan gran cosa (a no ser que acumules las de varias veces diarias durante un mes), mientras que para ellos marcan una diferencia. Cuestion de supervivencia. Deberia comprender que lo que hace esa gente no es mas que cumplir con su objetivo de comerciantes (lease: vendedores, camareros, recepcionistas, riksheros, todos quienes cobran por un servicio), es decir, obtener el maximo beneficio posible. ?Acaso no nos timan tambien todos los dias en Europa con precios fijos inflados por los que no se nos ocurre protestar? Probablemente deberia ver que no es una cuestion de honor, que no es que me tomen a mi por imbecil, sino que, como dice Laurita, nos consideran medios para conseguir un fin. No nos tratan como individuos, como personas, sino como representantes de un mundo injustamente mejor y fuera de su alcance. Y no parece que vean nada de malo en ello. Te tangan con la mayor naturalidad. Extranjero es igual a rico, el mundo es injusto, saquemosles lo que podamos. Si, deberia plantearme todas estas cosas desde otro punto de vista, y lo intento, pero me cuesta. De todos modos creo que tienen poca vision a largo plazo, porque si las cosas fueran de otra manera la gente compraria mas, utilizaria mas sus servicios, dejaria mejores propinas y volveria encantada. No se dan cuenta de lo que pierden. Para mi gusto, pierden lo mas importante, aquello de lo que su pais podria estar orgulloso. Es una pena que la cuna de la espiritualidad se pervierta por dinero cuando en realidad el pais es rico en recursos.
Sea como sea, me quedan dos dias aqui y no voy a dejar que nada me los estropee, ni los indios timadores, ni las bacterias que le han cogido el gustillo a mis intestinos, ni nada. El dia de hoy ha estado guay y hemos logrado tener contacto con indios que, por no ser o no estar en su faceta de comerciantes, no pretendian nada de nosotros. Realmente es una lastima que no hablen mas ingles. Creo que en el sur se habla mas. En el norte, sin hindi no llegas muy lejos.
(NOTA: si es que mas oportunos no pueden ser. Justo cuando estoy intentando cambiar la impresion que me han causado, achacandosela a mis prejuicios, me pasa lo que me acaba de pasar. El camarero del restaurante -que llevaba horas observandome aburrido y mirando por encima de mi cabeza lo que escribo, aunque no entienda nada; ya hablare otro dia sobre el concepto de intimidad en este pais superpoblado- el mismo que anoche apago las luces para echarme, decidio hacer lo mismo, con tan mala fortuna que, justo en el momento en que yo estaba pulsando el boton de publicar para irme ya a dormir, me desconecto el modem y perdi los tres ultimos parrafos que habia escrito y que no he sido capaz de redactar igual. Cuando le eche la bronca tuvo el morro de decir que el no habia sido, !!!que la culpa era mia por haber tocado el enchufe con el respaldo de la silla!!! Esa cobardia manifiesta para asumir los errores me recuerda al dia que en Agra le deje a Sonu mi navaja para que me la custodiara, pues no podia entrar con ella a no se que templo, y cuando volvi, misteriosamente, la navaja habia perdido el seguro, pero Sonu juro y perjuro que no tenia nada que ver. ?Sera un efecto secundario del sistema de castas?)
lunes, 27 de agosto de 2007
Jhunjhunu
Si Bikaner no tenia nada de particular (algo asi como un Badajoz de la India), Jhunjhunu es aun peor. Bueno, por lo que hemos visto al pasar. Por eso hemos decidido acortar nuestra estancia alli y pasar una sola noche y volvernos antes a Delhi. Comprendo que era una parada conveniente porque estaba en nuestra ruta de vuelta, pero no le recomiendo a nadie que vaya expresamente alli. Lo unico que hay interesante (y no exactamente en el poblacho ese, sino en los alrededores) es el templo de Rani Sati. La tal Rani por lo visto fue una tipa con pasta que se inmolo en la pira funeraria de su marido. Lo que no se es por que precisamente ella tiene un templo y no los miles de mujeres que murieron quemadas del mismo modo.
El templo es curioso. Por fuera, nada especial, se ven varios pisos de galerias decoradas de forma muy hortera, o sea, lo normal aqui. Por dentro la cosa mejora un poco. Lastima que no dejen sacar fotos. Hay una sala enorme forrada de arriba a abajo, incluidas las columnas, con laminas de plata grabadas con escenas que representan dioses hindues. Es increible el derroche. El altar es de oro. En el centro hay unas alfombras donde la gente se sienta a rezar o meditar. Curiosamente, nadie nos pidio dinero alli dentro (fuera si, claro). La gente, incluidos los guardias, era agradable. Sara incluso trabo conversacion con una chica que parecia muy maja y que luego nos dio la mano a todos al despedirse.
Total, una visita de media hora y vuelta al jeep camino de Delhi, nuestra ultima escala en este viaje que ya toca a su fin.
Se nos va a hacer raro no pasar no se cuantas horas diarias metidos en un jeep, participando en enrevesados dialogos para besugos con Sonu, remedando el estribillo de canciones indias que no entendemos ("punjabi a di vale, vale, vale, vale, vale") o imitando animales para hacer reir a Sonu y que no se nos duerma.
El tal Sonu es todo un personaje. Es una pena que no hablara mas ingles, porque nos podria haber explicado cosas durante el viaje (no solo "this - temple") y porque estamos seguros de que nos habriamos echado unas risas con el. Aun asi, nos hemos reido bastante. Es como un ninho grande. Hemos tardado en pillarle el punto, pero un par de veces se ha portado bien en caso de necesidad. Que nosotros sepamos, nunca ha intentado tangarnos y se ha puesto de nuestra parte cuando otros lo han pretendido. Cuando ha notado nuestra desconfianza en alguna ocasion nos ha dicho muy claramente: "he - cheat; I - no cheat!". Asi que hoy le hemos dado entre todos mil quinientas rupias de propina. Quiza en numeros redondos no sea demasiado (como treinta euros), pero teniendo en cuenta que su salario mensual es de tres mil rupias, debe de haberse quedado contento. Esperamos que si. Y, como dicen ellos: "if you are happy, I am happy".
El templo es curioso. Por fuera, nada especial, se ven varios pisos de galerias decoradas de forma muy hortera, o sea, lo normal aqui. Por dentro la cosa mejora un poco. Lastima que no dejen sacar fotos. Hay una sala enorme forrada de arriba a abajo, incluidas las columnas, con laminas de plata grabadas con escenas que representan dioses hindues. Es increible el derroche. El altar es de oro. En el centro hay unas alfombras donde la gente se sienta a rezar o meditar. Curiosamente, nadie nos pidio dinero alli dentro (fuera si, claro). La gente, incluidos los guardias, era agradable. Sara incluso trabo conversacion con una chica que parecia muy maja y que luego nos dio la mano a todos al despedirse.
Total, una visita de media hora y vuelta al jeep camino de Delhi, nuestra ultima escala en este viaje que ya toca a su fin.
Se nos va a hacer raro no pasar no se cuantas horas diarias metidos en un jeep, participando en enrevesados dialogos para besugos con Sonu, remedando el estribillo de canciones indias que no entendemos ("punjabi a di vale, vale, vale, vale, vale") o imitando animales para hacer reir a Sonu y que no se nos duerma.
El tal Sonu es todo un personaje. Es una pena que no hablara mas ingles, porque nos podria haber explicado cosas durante el viaje (no solo "this - temple") y porque estamos seguros de que nos habriamos echado unas risas con el. Aun asi, nos hemos reido bastante. Es como un ninho grande. Hemos tardado en pillarle el punto, pero un par de veces se ha portado bien en caso de necesidad. Que nosotros sepamos, nunca ha intentado tangarnos y se ha puesto de nuestra parte cuando otros lo han pretendido. Cuando ha notado nuestra desconfianza en alguna ocasion nos ha dicho muy claramente: "he - cheat; I - no cheat!". Asi que hoy le hemos dado entre todos mil quinientas rupias de propina. Quiza en numeros redondos no sea demasiado (como treinta euros), pero teniendo en cuenta que su salario mensual es de tres mil rupias, debe de haberse quedado contento. Esperamos que si. Y, como dicen ellos: "if you are happy, I am happy".
36 horas borradas de mi vida
Justo despues de escribir la entrada anterior, llegue a mi habitacion y empece con los sintomas mas desagradables de una gastroenteritis. Mientras estaba en el banho, me llego un SMS con la noticia de que mi abuela paterna habia muerto. No es algo que quiera comentar aqui. Sali del banho y llame a mi padre. Volvi al banho. Despues de un buen rato, volvi tambaleandome a la cama y me acoste. Tenia unos retortijones tremendos y muchisimo frio, le pedi a mi hermana que apagara el aire acondicionado, pero estaba dormida como un tronco y no me oyo. No tenia fuerzas ni para despertarla.
Al dia siguiente no podia levantarme. Me puse el termometro. Treinta y nueve y medio. Vino Laura, que es medico, y me dio algo para bajar la fiebre. Mas tarde, algo para el dolor. Tuvieron que bajarme las mochilas hasta el coche porque yo no podia cargar con ellas.
Nos tocaban como seis horas de viaje a Jhunjhunu. Menos mal que me cedieron en sitio de honor (el asiento delantero, donde menos bota el jeep). Gran parte del viaje la pase en estado catatonico. Varias veces tuvimos que parar para que yo fertilizara el desertico Rajasthan. Javi se venia conmigo para sujetarme, porque estaba tan debil y mareado que me caia.
Llegamos por fin a nuestro hotel de Jhunjhunu. Los demas se fueron directos a la piscina y yo me meti en la cama, con el iPod a un lado y una montanha de medicinas al otro. Descontando las frecuentes visitas al banho, me pase como 15 horas en la cama. Mi record. Al menos desde la ultima gastroenteritis, hace como tres anhos. No se cual seria la causa esta vez (quiza la comida del desierto, aunque no creo, porque soy el unico que ha caido asi; o tal vez el zumo de pinha que me tome el otro dia en un puesto callejero de Jaisalmer y que no me di cuenta de que estaba mezclado con agua de sabedios que procedencia hasta que ya me habia bajado la mitad de un trago), pero pense que me moria. Espero que no sea mas que eso y no ninguna infeccion por ameba de esas que hay aqui, o algo por el estilo.
Hoy ya me encontraba mejor. Sonu me obligo a tomar un remedio indio. Yo no queria, porque me lo dio directamente de su mano (de dudosa higiene, espero que al menos fuera la derecha) y porque no me apetecia tragarme nada. Me dio un punhado de te en polvo y me hizo tragarmelo con agua fria. No se si seria eso, las medicinas que me dio Laura o el trabajo de mi sistema inmunitario, o todo junto, pero a medida que pasaba el dia me fui sintiendo mejor. Menos mal, porque el viajecito tambien ha sido fino. Otras ocho horas o asi, mas de una de las cuales solo para entrar en Delhi.
Despues de cuarenta y ocho horas sin ingerir ningun alimento mas que suero isotonico, acabo de cenarme un plato de pasta. Me ha sabido a gloria. A ver como lo soporta mi sistema digestivo esta noche. Manhana Sonu nos ha invitado a desayunar en su casa.
Al dia siguiente no podia levantarme. Me puse el termometro. Treinta y nueve y medio. Vino Laura, que es medico, y me dio algo para bajar la fiebre. Mas tarde, algo para el dolor. Tuvieron que bajarme las mochilas hasta el coche porque yo no podia cargar con ellas.
Nos tocaban como seis horas de viaje a Jhunjhunu. Menos mal que me cedieron en sitio de honor (el asiento delantero, donde menos bota el jeep). Gran parte del viaje la pase en estado catatonico. Varias veces tuvimos que parar para que yo fertilizara el desertico Rajasthan. Javi se venia conmigo para sujetarme, porque estaba tan debil y mareado que me caia.
Llegamos por fin a nuestro hotel de Jhunjhunu. Los demas se fueron directos a la piscina y yo me meti en la cama, con el iPod a un lado y una montanha de medicinas al otro. Descontando las frecuentes visitas al banho, me pase como 15 horas en la cama. Mi record. Al menos desde la ultima gastroenteritis, hace como tres anhos. No se cual seria la causa esta vez (quiza la comida del desierto, aunque no creo, porque soy el unico que ha caido asi; o tal vez el zumo de pinha que me tome el otro dia en un puesto callejero de Jaisalmer y que no me di cuenta de que estaba mezclado con agua de sabedios que procedencia hasta que ya me habia bajado la mitad de un trago), pero pense que me moria. Espero que no sea mas que eso y no ninguna infeccion por ameba de esas que hay aqui, o algo por el estilo.
Hoy ya me encontraba mejor. Sonu me obligo a tomar un remedio indio. Yo no queria, porque me lo dio directamente de su mano (de dudosa higiene, espero que al menos fuera la derecha) y porque no me apetecia tragarme nada. Me dio un punhado de te en polvo y me hizo tragarmelo con agua fria. No se si seria eso, las medicinas que me dio Laura o el trabajo de mi sistema inmunitario, o todo junto, pero a medida que pasaba el dia me fui sintiendo mejor. Menos mal, porque el viajecito tambien ha sido fino. Otras ocho horas o asi, mas de una de las cuales solo para entrar en Delhi.
Despues de cuarenta y ocho horas sin ingerir ningun alimento mas que suero isotonico, acabo de cenarme un plato de pasta. Me ha sabido a gloria. A ver como lo soporta mi sistema digestivo esta noche. Manhana Sonu nos ha invitado a desayunar en su casa.
sábado, 25 de agosto de 2007
Bikaner y el templo de las ratas
Tras seis horejas de viaje en jeep, hemos llegado esta tarde a Bikaner. Hemos dejado nuestras cosas en el hotel y nos hemos ido directamente a ver Karni Mata, el templo de las ratas, que esta en Deshnok, a unos 30 quilometros. Bikaner no es mas que una parada antes de empezar nuestro retorno hacia Delhi.
Karni Mata es un templo muy famoso, pues no es habitual que la gente adore a las ratas. Esperabamos un templo impresionante lleno de ratas enormes como las que se pasean por algunas calles espanholas y por eso ibamos con bastante respeto y mucho asco. Nos encontramos con un templo sin nada de particular, aparte del hecho de que, efectivamente, esta lleno de ratas, pero pequenhitas, saltarinas, juguetonas y bastante simpaticas. Solo un poquito asquerosas. Mas asqueroso es el hecho de que por todas partes hay restos de comida. Pre y post digestion. Hay que quitarse los zapatos, pero por suerte a los guiris se les permite ir en calcetines.
El templo tiene una leyenda que no recuerdo bien, ya la contare otro dia. Por alli las ratitas campan a sus anchas, corretean, se pelean y son alimentadas y adoradas. Por lo visto da buena suerte si pasan por encima de tus pies. Mas suerte todavia tendras si ves alguna de las escasas ratas blancas (yo la vi, yo la vi, yo la vi! aunque fue gracias a que me la ensenho Sara, pero no pensaba irme de alli sin verla). Y lo que dicen que ya es la repera es comer comida santificada con la baba de las ratas. Esta ultima parte decidi dejarla para mejor ocasion.
De todos modos, he de decir que he progresado mucho desde que estoy en la India. Antes me daba repelus la mera mencion de una cuqui. Ahora, despues de codearme con todo tipo de bichos (cierto es que en menor cantidad de lo que esperaba), desde cuquis, moscas, mosquitos, escarabajos peloteros y ratitas hasta elefantes, camellos y bovidos varios, me afectan bastante menos. Imaginaos que en el templo llegué incluso a acariciar (léase rozar con la punta de un dedo) a una rata.
Manhana nos vamos hacia Jhunjhunu, donde pasaremos un par de dias. De momento no he encontrado una conexion de banda ancha en el Rajasthan, asi que no he podido subir fotos. En cuanto pueda, prometo hacerlo. !Yo mismo me muero de ganas de verlas!
FOR THOSE OF YOU WHO DON'T SPEAK SPANISH: I haven't found a broadband internet connection so far in Rajasthan. I promise to update my pics as soon as I can. Cheers!
Karni Mata es un templo muy famoso, pues no es habitual que la gente adore a las ratas. Esperabamos un templo impresionante lleno de ratas enormes como las que se pasean por algunas calles espanholas y por eso ibamos con bastante respeto y mucho asco. Nos encontramos con un templo sin nada de particular, aparte del hecho de que, efectivamente, esta lleno de ratas, pero pequenhitas, saltarinas, juguetonas y bastante simpaticas. Solo un poquito asquerosas. Mas asqueroso es el hecho de que por todas partes hay restos de comida. Pre y post digestion. Hay que quitarse los zapatos, pero por suerte a los guiris se les permite ir en calcetines.
El templo tiene una leyenda que no recuerdo bien, ya la contare otro dia. Por alli las ratitas campan a sus anchas, corretean, se pelean y son alimentadas y adoradas. Por lo visto da buena suerte si pasan por encima de tus pies. Mas suerte todavia tendras si ves alguna de las escasas ratas blancas (yo la vi, yo la vi, yo la vi! aunque fue gracias a que me la ensenho Sara, pero no pensaba irme de alli sin verla). Y lo que dicen que ya es la repera es comer comida santificada con la baba de las ratas. Esta ultima parte decidi dejarla para mejor ocasion.
De todos modos, he de decir que he progresado mucho desde que estoy en la India. Antes me daba repelus la mera mencion de una cuqui. Ahora, despues de codearme con todo tipo de bichos (cierto es que en menor cantidad de lo que esperaba), desde cuquis, moscas, mosquitos, escarabajos peloteros y ratitas hasta elefantes, camellos y bovidos varios, me afectan bastante menos. Imaginaos que en el templo llegué incluso a acariciar (léase rozar con la punta de un dedo) a una rata.
Manhana nos vamos hacia Jhunjhunu, donde pasaremos un par de dias. De momento no he encontrado una conexion de banda ancha en el Rajasthan, asi que no he podido subir fotos. En cuanto pueda, prometo hacerlo. !Yo mismo me muero de ganas de verlas!
FOR THOSE OF YOU WHO DON'T SPEAK SPANISH: I haven't found a broadband internet connection so far in Rajasthan. I promise to update my pics as soon as I can. Cheers!
Una noche en el desierto
Pues si, hemos hecho otra turistada, pero la verdad es que ha molado.
A las tres de la tarde nos vino a buscar en una cafetera con ruedas un tipo de un precioso color marron brillante. Durante media hora nuestro pseudojeep fue traqueteando a pleno sol por una cinta de asfalto gris, llevandonos por un paisaje parecido al de la provincia de Almeria, solo que menos montanhoso y con matorrales en vez de olivos. Despues de todo, el Rajasthan no es tan verde como nos parecio el otro dia. Ibamos con las ventanillas abiertas para poder respirar. Todos ataviados para la ocasion: pantalones de safari, gafas de sol, gorras y gorros de los mas diversos tipos y mucha crema protectora. A ver si otro dia la conexion me permite subir fotos, porque son muy graciosas.
A unos cuantos quilometros de Jaisalmer, en el medio de la nada, nos esperaban los camellos. Los camellos son unos bichos muy simpaticos, sobre todo cuando los ves tumbados y con el cuello estirado, que parece que estan posando, los morros alargados haciendote muecas y las pestanhas largas; o cuando caminan como si escucharan reggae. Sin embargo, cuando un camello que esta de pie a tu lado (y no le llegas ni al femur) se pone a bramar como loco, la impresion cambia. Y cuando acabas de sentarte encima y la bestia se levanta, primero las patas traseras y despues las delanteras, te da la sensacion de que falta poco para que salgas disparado y, antes de estamparte contra el suelo, le beses el cuello.
Tras los primeros minutos, uno se acostumbra al bamboleo de atras hacia delante y deja que sus pobres vertebras lumbares se adapten al ritmo. El culo lo pasa peor, es como la primera vez que montas en bici despues de mucho tiempo, pero la sensacion se extiende por todas las nalgas. Intentas hacer fuerza con los muslos para sujetarte, pero no hay manera de abarcar a la bestia con las piernas. Y no sabeis lo dificil que es hacer fotos desde alli arriba mientras intentas mantener el equilibrio. La mayoria me salieron con el horizonte en diagonal. (Nota: ¿a que en esta foto parezco Sancho Panza?)
Supongo que el trayecto duraria una hora o asi. No debimos de recorrer mucha distancia, porque los camelleros iban a pie y con chanclas. Algunas afortunadas (las Lauras) llevaron solas las riendas. A mi, mi camellero (que, por cierto, se llamaba Lokura), no me dejo, porque mi camello (que, a pesar de ser macho, se llamaba Sonia) era un poco cabra loca. Habia otro camello que se llamaba Michael Jackson.
El paisaje, como digo, se parecia mas al desierto almeriense que al del Sahara, pero alguna que otra dunilla si que habia. Igual las habian puesto alli pa no decepcionar a los turistas. Subimos a una (no sin esfuerzo por parte de los camellos; el de Laurita, que iba delante de mi, a cada paso soltaba un pedo) y nos mandaron desmontar. Agarrate fuerte al pitorro que sale de la silla, echate patras y aguanta el tipo mientras la bestia se arrodilla. Se ve que tarde bastante en bajar, porque Sonia aprovecho para hacer sus necesidades. Fue visto y no visto. Plaf, y de repente se junto una nube de escarabajos negros zumbones del tamanho del dedo gordo del pie procedentes de todos los puntos cardinales. Se arremolinaron alrededor del pastel, fueron aterrizando y, tras seleccionar los pedazos mas apetitosos, se los llevaron rodando duna abajo. Era impresionante ver a esos bichitos negros haciendo el pino y empujando con las patas traseras bolas tres veces mayores que ellos. Parecian cangrejitos tostados haciendo ejercicio. Al llegar a un punto que les pareciera conveniente, o bien cuando la cagarruta se quedaba atascada en alguna huella de camello, los escarabajos excavaban un hoyo en un abrir y cerrar de ojos, escondian su tesoro y se metian ellos mismos detras, no se si dispuestos a darse un festin o que.
En estas andabamos, admirando la fuerza y habilidad de esos insectos, cuando nos dimos cuenta de que los camelleros se alejaban duna abajo. Vale... o sea... esto... estamos en algun lugar de la India, en medio (bueno, en una esquinita, pero para el caso...) del desierto, encima de una duna, empieza a atardecer, con apenas un litro de agua por cabeza (menos yo, que tambien soy algo camello y llevaba tres) y unas galletas, una linterna y un cuchillo, nos han dejado alli tras obligarnos a darles propina y... y bueno, ?que hace uno en esos casos? Nosotros nos esperabamos llegar alli, conocer a otra gente, hacer algun juego, participar en alguna actividad, ver alguna exhibicion de danzas, por ejemplo, hacer una hoguera, ver la puesta de sol y dormir en una choza... Pues no. Cada grupo en una duna diferente, a bastante distancia. El unico juego que hubo fue uno raro con un tablero dibujado en la arena todavia humeda de la lluvia del dia anterior, unos palitos y unas piedrecillas, que Sara estuvo jugando con el chofer del jeep, que, por cierto, se llamaba Mathar Khan (el chofer, no el jeep) y nosotros le llamabamos Kill Dog. La unica exhibicion, la de una ninhita toda maquillada y vestida para la ocasion que aparecio entre las dunas y, con una sonrisa desesperanzada, nos canto con vocecilla infantil una cancion al tiempo que meneaba mecanicamente las caderas y daba palmas hasta que se aburrio. Eso ocurrio al cabo de un minuto, mas o menos. Le dimos unas rupias y desaparecio como un espejismo.
Dimos un paseo hasta la duna mas cercana, donde nos encontramos con Mireia y Eladio, una pareja valenciana que habiamos conocido en la estacion de tren de Varanasi y que resulto ser muy maja. Luego Laura, Sara y Javi estuvieron haciendo salto de longitud desde las dunas. Yo no se como no se lesionaron. Pero tienen unas fotos guays. Nos perdimos la puesta de sol. Nos la tapo la unica nube que habia, una nube estirada que se habia colocado estrategicamente a la altura del horizonte.
Luego nos trajeron la cena, una gran olla con un potaje de lentejas que nos comimos con poca confianza y sin haberlo visto. No se podia encender la linterna para no atraer bichos. Para nuestra sopresa, teniamos que dormir al raso. Nos tiraron sobre la arena las mismas mantas que llevaban al lomo los camellos y nos dijeron: vuestra cama. Tocate los huesos. En la duna de mas alla vimos como les plantaban unos catres. Vale que mola ver las estrellas, pero aquello nos parecio un poco demasiado.
Nos dijeron que estabamos a treinta quilometros de la frontera con Paquistan, de donde nos separaba un cacho de desierto y una valla electrificada. A lo lejos se veian dos aldeas, una a cada lado. Lokura dijo haber nacido en una de ellas. Mas alla solo se distinguian de vez en cuando los faros de algun vehiculo por una carretera lejana. Aparte de eso, la sensacion de desierto era perfecta. No diria soledad, pues estabamos en grupo, pero si era como si estuvieramos solos en el mundo. Desierto y paz. Arena, dunas, la fantasmagorica luz de la luna creciente y el silencio solo turbado por suaves rafagas de viento, unos tambores lejanos (al parecer celebraban una boda en una de las aldeas) y, mas tarde, por los ronquidos de Sonu, que, tras haberse fumado unos porros, dormia placidamente en camiseta a diez metros de nosotros.
Nosotros, en cambio, a pesar del calor, dormimos bien vestidos para protegernos de los bichos. No creo que el olor a camello de nuestras "camas" actuara precisamente de repelente. Yo me puse la sudadera y la capucha y, lo reconozco, remeti las perneras del pantaca por dentro de los calcetos. A medida que avanzo la noche me alegre mas de haber hecho eso, pues la temperatura descendio muchisimo y las mantas sobre las que dormiamos se empaparon con la humedad de la arena. Todas las incomodidades quedaron recompensadas por la potente luna, las nitidas estrellas y las ocasionales estrellas fugaces. Sin gafas, distingui tres y les pedi sendos deseos.
A eso de las cuatro de la matina me desperte. Ya no habia luna. A cambio, se distinguia perfectamente el cinturon de la Via Lactea. Impresionante. Me habria levantado para ir al servicio de caballeros (segunda duna a la derecha), pero la idea de que se me hubiera metido algun bicho en el tenis me disuadio y preferi esperar hasta la manhana.
Me levante sobre las seis y media, justo a tiempo para ver salir el sol. Mis compis se fueron despertando mas o menos a la vez. La salida del disco anaranjado fue bonita, pero rapidisima. En cuestion de dos minutos, !plop!, ya estaba el sol como una naranja levitante. Duna arriba aparecio uno de los camelleros con el desayuno. Un plato de platanos y otro de tostadas chamuscadas con un cuenco de mermelada roja. Algunos probaron el pan. Yo me comi un platano. Luego volvio con una olla de chai (te con leche y especias) en una mano y tres (?) vasos de metal en la otra. Con los dedos bien metiditos dentro: el pulgar en uno, el indice en otro y el medio en el otro. Debio de flipar cuando vio el desayuno intacto y nadie quiso tomar chai.
Poco antes de irnos le cantamos el cumpleanhos feliz a Javi y le dimos su primer regalo, una bolsa de te. Luego yo entre en contacto con la fauna local. Al mover mis tenis aparecio un escorpion verde fosforito. No era muy grande, pero era un escorpion. Era un escorpion, pero no era muy grande, asi que me lo tome con calma y se lo comente a los camelleros, que ya merodeaban por alli: mira, un escorpioncillo. Se acojonaron. Dieron un salto atras, lo miraban, lo senhalaban, lo comentaban. Me preguntaron asustados si me habia picado (la respuesta es no). Sin preocuparse mucho por el karma, lo aplastaron a pisotones (eso si, con cuidado, no se les fuera a caer la chancla y lo pisaran con el pie desnudo). Y uno me dijo que era la primera vez que veia un escorpion por alli. Pues vaya. Lo mataron sin preguntarle que hacia por alli. Quiero creer que, efectivamente, no ponen a la gente a dormir en el suelo en un lugar infestado de semejantes alimanhas peligrosas.
Montamos en los mismos camellos del dia anterior y sentimos nuestros traseros doloridos. Isa estaba mareada, asi que fue en jeep con Sonu y Mathar Khan. Esta vez el paseo duro menos, lo justo para llegar a la carretera sin dar ningun rodeo. Pasamos cerca de un asentamiento nomada, con sus viviendas hechas de jirones de tela sobre armazones de madera o bambu. Nos subimos todos al jeep y emprendimos el camino de vuelta.
Pero no podia acabar aqui la aventura. A la orilla de la carretera vimos un autobus parado, uno de esos que tanto nos gustan, con el techo ensetado de gente. Unos viajeros se apeaban, otros subian, otros trepaban por la escalerilla trasera hasta el techo. Paramos para hacer fotos. Al poco de reanudar la marcha, a Laura se le ocurrio una idea descabellada. Le pregunto a Mathar Khan si podiamos ir en bus un par de quilometros. Este se lo tomo en serio, adelanto al bus, lo hizo parar y alla fuimos Laura, Sara, Javi y yo. Por la escalera y al techo, sentados entre un monton de indios que nos miraban sin entender por que nos habiamos bajado del jeep para subirnos alla arriba. El revisor estaba de pie cuando el bus arranco, perdio el equilibrio, se inclino sobre la carretera, se quedo sobre una pierna, aleteo con las manos, recupero el equilibrio y siguio caminando por el techo como si nada. Nos cobro. Diez rupias cada uno. Miramos bien que todos estuvieran pagando lo mismo. Al final fuimos hasta Jaisalmer, una buena tirada. Quiza treinta o cuarenta minutos, no se, con las piernas colgando hacia fuera del vehiculo. Fue una experiencia estupenda, nos encanto ir alla arriba aunque el techo estuviera demasiado duro para nuestros doloridos gluteos y la barandilla se nos clavara en los muslos, aunque nos diera el sol en la cabeza y estuvieramos apretados entre indios sudorosos (menos que nosotros, todo hay que decirlo).
Cerca ya de la ciudad, de repente vi como todos los indios de la banda de babor se inclinaban hacia atras como remeros de una galera. Instintivamente hice lo mismo y una rama me paso rozando el flequillo que no tengo. Al poco rato me agache para esquivar un cable electrico. No habria hecho falta, no estaba tan bajo, pero por si acaso. Despues de la noticia que lei el otro dia sobre la gente que se electrocuto al chocar un bus contra un cable, me quede impactado.
Pero al entrar en Jaisalmer nos mandaron bajar del techo. En la ciudad no se puede ir arriba. Me imagino que sera por ese motivo.
A las tres de la tarde nos vino a buscar en una cafetera con ruedas un tipo de un precioso color marron brillante. Durante media hora nuestro pseudojeep fue traqueteando a pleno sol por una cinta de asfalto gris, llevandonos por un paisaje parecido al de la provincia de Almeria, solo que menos montanhoso y con matorrales en vez de olivos. Despues de todo, el Rajasthan no es tan verde como nos parecio el otro dia. Ibamos con las ventanillas abiertas para poder respirar. Todos ataviados para la ocasion: pantalones de safari, gafas de sol, gorras y gorros de los mas diversos tipos y mucha crema protectora. A ver si otro dia la conexion me permite subir fotos, porque son muy graciosas.
A unos cuantos quilometros de Jaisalmer, en el medio de la nada, nos esperaban los camellos. Los camellos son unos bichos muy simpaticos, sobre todo cuando los ves tumbados y con el cuello estirado, que parece que estan posando, los morros alargados haciendote muecas y las pestanhas largas; o cuando caminan como si escucharan reggae. Sin embargo, cuando un camello que esta de pie a tu lado (y no le llegas ni al femur) se pone a bramar como loco, la impresion cambia. Y cuando acabas de sentarte encima y la bestia se levanta, primero las patas traseras y despues las delanteras, te da la sensacion de que falta poco para que salgas disparado y, antes de estamparte contra el suelo, le beses el cuello.
Tras los primeros minutos, uno se acostumbra al bamboleo de atras hacia delante y deja que sus pobres vertebras lumbares se adapten al ritmo. El culo lo pasa peor, es como la primera vez que montas en bici despues de mucho tiempo, pero la sensacion se extiende por todas las nalgas. Intentas hacer fuerza con los muslos para sujetarte, pero no hay manera de abarcar a la bestia con las piernas. Y no sabeis lo dificil que es hacer fotos desde alli arriba mientras intentas mantener el equilibrio. La mayoria me salieron con el horizonte en diagonal. (Nota: ¿a que en esta foto parezco Sancho Panza?)
Supongo que el trayecto duraria una hora o asi. No debimos de recorrer mucha distancia, porque los camelleros iban a pie y con chanclas. Algunas afortunadas (las Lauras) llevaron solas las riendas. A mi, mi camellero (que, por cierto, se llamaba Lokura), no me dejo, porque mi camello (que, a pesar de ser macho, se llamaba Sonia) era un poco cabra loca. Habia otro camello que se llamaba Michael Jackson.
El paisaje, como digo, se parecia mas al desierto almeriense que al del Sahara, pero alguna que otra dunilla si que habia. Igual las habian puesto alli pa no decepcionar a los turistas. Subimos a una (no sin esfuerzo por parte de los camellos; el de Laurita, que iba delante de mi, a cada paso soltaba un pedo) y nos mandaron desmontar. Agarrate fuerte al pitorro que sale de la silla, echate patras y aguanta el tipo mientras la bestia se arrodilla. Se ve que tarde bastante en bajar, porque Sonia aprovecho para hacer sus necesidades. Fue visto y no visto. Plaf, y de repente se junto una nube de escarabajos negros zumbones del tamanho del dedo gordo del pie procedentes de todos los puntos cardinales. Se arremolinaron alrededor del pastel, fueron aterrizando y, tras seleccionar los pedazos mas apetitosos, se los llevaron rodando duna abajo. Era impresionante ver a esos bichitos negros haciendo el pino y empujando con las patas traseras bolas tres veces mayores que ellos. Parecian cangrejitos tostados haciendo ejercicio. Al llegar a un punto que les pareciera conveniente, o bien cuando la cagarruta se quedaba atascada en alguna huella de camello, los escarabajos excavaban un hoyo en un abrir y cerrar de ojos, escondian su tesoro y se metian ellos mismos detras, no se si dispuestos a darse un festin o que.
En estas andabamos, admirando la fuerza y habilidad de esos insectos, cuando nos dimos cuenta de que los camelleros se alejaban duna abajo. Vale... o sea... esto... estamos en algun lugar de la India, en medio (bueno, en una esquinita, pero para el caso...) del desierto, encima de una duna, empieza a atardecer, con apenas un litro de agua por cabeza (menos yo, que tambien soy algo camello y llevaba tres) y unas galletas, una linterna y un cuchillo, nos han dejado alli tras obligarnos a darles propina y... y bueno, ?que hace uno en esos casos? Nosotros nos esperabamos llegar alli, conocer a otra gente, hacer algun juego, participar en alguna actividad, ver alguna exhibicion de danzas, por ejemplo, hacer una hoguera, ver la puesta de sol y dormir en una choza... Pues no. Cada grupo en una duna diferente, a bastante distancia. El unico juego que hubo fue uno raro con un tablero dibujado en la arena todavia humeda de la lluvia del dia anterior, unos palitos y unas piedrecillas, que Sara estuvo jugando con el chofer del jeep, que, por cierto, se llamaba Mathar Khan (el chofer, no el jeep) y nosotros le llamabamos Kill Dog. La unica exhibicion, la de una ninhita toda maquillada y vestida para la ocasion que aparecio entre las dunas y, con una sonrisa desesperanzada, nos canto con vocecilla infantil una cancion al tiempo que meneaba mecanicamente las caderas y daba palmas hasta que se aburrio. Eso ocurrio al cabo de un minuto, mas o menos. Le dimos unas rupias y desaparecio como un espejismo.
Dimos un paseo hasta la duna mas cercana, donde nos encontramos con Mireia y Eladio, una pareja valenciana que habiamos conocido en la estacion de tren de Varanasi y que resulto ser muy maja. Luego Laura, Sara y Javi estuvieron haciendo salto de longitud desde las dunas. Yo no se como no se lesionaron. Pero tienen unas fotos guays. Nos perdimos la puesta de sol. Nos la tapo la unica nube que habia, una nube estirada que se habia colocado estrategicamente a la altura del horizonte.
Luego nos trajeron la cena, una gran olla con un potaje de lentejas que nos comimos con poca confianza y sin haberlo visto. No se podia encender la linterna para no atraer bichos. Para nuestra sopresa, teniamos que dormir al raso. Nos tiraron sobre la arena las mismas mantas que llevaban al lomo los camellos y nos dijeron: vuestra cama. Tocate los huesos. En la duna de mas alla vimos como les plantaban unos catres. Vale que mola ver las estrellas, pero aquello nos parecio un poco demasiado.
Nos dijeron que estabamos a treinta quilometros de la frontera con Paquistan, de donde nos separaba un cacho de desierto y una valla electrificada. A lo lejos se veian dos aldeas, una a cada lado. Lokura dijo haber nacido en una de ellas. Mas alla solo se distinguian de vez en cuando los faros de algun vehiculo por una carretera lejana. Aparte de eso, la sensacion de desierto era perfecta. No diria soledad, pues estabamos en grupo, pero si era como si estuvieramos solos en el mundo. Desierto y paz. Arena, dunas, la fantasmagorica luz de la luna creciente y el silencio solo turbado por suaves rafagas de viento, unos tambores lejanos (al parecer celebraban una boda en una de las aldeas) y, mas tarde, por los ronquidos de Sonu, que, tras haberse fumado unos porros, dormia placidamente en camiseta a diez metros de nosotros.
Nosotros, en cambio, a pesar del calor, dormimos bien vestidos para protegernos de los bichos. No creo que el olor a camello de nuestras "camas" actuara precisamente de repelente. Yo me puse la sudadera y la capucha y, lo reconozco, remeti las perneras del pantaca por dentro de los calcetos. A medida que avanzo la noche me alegre mas de haber hecho eso, pues la temperatura descendio muchisimo y las mantas sobre las que dormiamos se empaparon con la humedad de la arena. Todas las incomodidades quedaron recompensadas por la potente luna, las nitidas estrellas y las ocasionales estrellas fugaces. Sin gafas, distingui tres y les pedi sendos deseos.
A eso de las cuatro de la matina me desperte. Ya no habia luna. A cambio, se distinguia perfectamente el cinturon de la Via Lactea. Impresionante. Me habria levantado para ir al servicio de caballeros (segunda duna a la derecha), pero la idea de que se me hubiera metido algun bicho en el tenis me disuadio y preferi esperar hasta la manhana.
Me levante sobre las seis y media, justo a tiempo para ver salir el sol. Mis compis se fueron despertando mas o menos a la vez. La salida del disco anaranjado fue bonita, pero rapidisima. En cuestion de dos minutos, !plop!, ya estaba el sol como una naranja levitante. Duna arriba aparecio uno de los camelleros con el desayuno. Un plato de platanos y otro de tostadas chamuscadas con un cuenco de mermelada roja. Algunos probaron el pan. Yo me comi un platano. Luego volvio con una olla de chai (te con leche y especias) en una mano y tres (?) vasos de metal en la otra. Con los dedos bien metiditos dentro: el pulgar en uno, el indice en otro y el medio en el otro. Debio de flipar cuando vio el desayuno intacto y nadie quiso tomar chai.
Poco antes de irnos le cantamos el cumpleanhos feliz a Javi y le dimos su primer regalo, una bolsa de te. Luego yo entre en contacto con la fauna local. Al mover mis tenis aparecio un escorpion verde fosforito. No era muy grande, pero era un escorpion. Era un escorpion, pero no era muy grande, asi que me lo tome con calma y se lo comente a los camelleros, que ya merodeaban por alli: mira, un escorpioncillo. Se acojonaron. Dieron un salto atras, lo miraban, lo senhalaban, lo comentaban. Me preguntaron asustados si me habia picado (la respuesta es no). Sin preocuparse mucho por el karma, lo aplastaron a pisotones (eso si, con cuidado, no se les fuera a caer la chancla y lo pisaran con el pie desnudo). Y uno me dijo que era la primera vez que veia un escorpion por alli. Pues vaya. Lo mataron sin preguntarle que hacia por alli. Quiero creer que, efectivamente, no ponen a la gente a dormir en el suelo en un lugar infestado de semejantes alimanhas peligrosas.
Montamos en los mismos camellos del dia anterior y sentimos nuestros traseros doloridos. Isa estaba mareada, asi que fue en jeep con Sonu y Mathar Khan. Esta vez el paseo duro menos, lo justo para llegar a la carretera sin dar ningun rodeo. Pasamos cerca de un asentamiento nomada, con sus viviendas hechas de jirones de tela sobre armazones de madera o bambu. Nos subimos todos al jeep y emprendimos el camino de vuelta.
Pero no podia acabar aqui la aventura. A la orilla de la carretera vimos un autobus parado, uno de esos que tanto nos gustan, con el techo ensetado de gente. Unos viajeros se apeaban, otros subian, otros trepaban por la escalerilla trasera hasta el techo. Paramos para hacer fotos. Al poco de reanudar la marcha, a Laura se le ocurrio una idea descabellada. Le pregunto a Mathar Khan si podiamos ir en bus un par de quilometros. Este se lo tomo en serio, adelanto al bus, lo hizo parar y alla fuimos Laura, Sara, Javi y yo. Por la escalera y al techo, sentados entre un monton de indios que nos miraban sin entender por que nos habiamos bajado del jeep para subirnos alla arriba. El revisor estaba de pie cuando el bus arranco, perdio el equilibrio, se inclino sobre la carretera, se quedo sobre una pierna, aleteo con las manos, recupero el equilibrio y siguio caminando por el techo como si nada. Nos cobro. Diez rupias cada uno. Miramos bien que todos estuvieran pagando lo mismo. Al final fuimos hasta Jaisalmer, una buena tirada. Quiza treinta o cuarenta minutos, no se, con las piernas colgando hacia fuera del vehiculo. Fue una experiencia estupenda, nos encanto ir alla arriba aunque el techo estuviera demasiado duro para nuestros doloridos gluteos y la barandilla se nos clavara en los muslos, aunque nos diera el sol en la cabeza y estuvieramos apretados entre indios sudorosos (menos que nosotros, todo hay que decirlo).
Cerca ya de la ciudad, de repente vi como todos los indios de la banda de babor se inclinaban hacia atras como remeros de una galera. Instintivamente hice lo mismo y una rama me paso rozando el flequillo que no tengo. Al poco rato me agache para esquivar un cable electrico. No habria hecho falta, no estaba tan bajo, pero por si acaso. Despues de la noticia que lei el otro dia sobre la gente que se electrocuto al chocar un bus contra un cable, me quede impactado.
Pero al entrar en Jaisalmer nos mandaron bajar del techo. En la ciudad no se puede ir arriba. Me imagino que sera por ese motivo.
viernes, 24 de agosto de 2007
Jaisalmer
(Escribo el 27)
Camino de Jaisalmer volvimos a tener contacto cercano con el monzon. No lejos de nuestro destino nos encontramos con un gran atasco. A golpe de bocina nos abrimos paso entre autobuses, camiones, jeeps y coches, pero no pudimos llegar mas que hasta la quinta o sexta fila del espectaculo. Las lluvias torrenciales habian creado una riada que cortaba el camino. Unos cuarenta metros separaban ambas orillas del rio improvisado. El agua parduzca corria con fuerza. Los conductores de los vehiculos se habian bajado y, alli plantados, comentaban la jugada sin saber muy bien que hacer. En medio de la corriente, agarrados a unos postes que sobresalian, unos cuantos hombres trataban de construir una presa con ramas, pero el agua acababa llevandoselas.
Dado que no habia otra cosa que hacer mas que armarse de paciencia, bajamos del jeep camara en mano y nos pusimos a hacer un reportaje de la riada. Yo debi de sacar ochenta fotos en una hora. Al poco rato un camion de nuestro lado decidio intentar cruzar. Arranco a bastante velocidad, se adentro en la corriente salpicando a diestro y siniestro, se escoro hacia un lado, luego hacia el otro, levanto la proa y la volvio a hundir en el barro, un par de veces parecio a punto de embarrancar o de zozobrar mientras el publico se mordia las unhas, pero al final llego triunfante al otro lado y saludo al respetable con bocinazos, a lo que la gente respondio aplaudiendo.
Habia dejado de llover hacia tiempo y parecia que el agua habia bajado un poco. El exito del primer valiente animo a otros camioneros y buseros que, aprovechando el tamanho de sus vehiculos, fueron turnandose para cruzar. Luego vino la vez de los jeeps y similares. Al cabo de un rato empezaron a caer gotas otra vez y, ante el peligro de que una crecida nos retuviera alli por tiempo indefinido, Sonu decidio atravesar. Nosotros no teniamos miedo, pues hasta entonces todos los que lo habian intentado habian logrado pasar, con mayor o menor facilidad. No teniamos miedo, pero si cierta emocion. Incluso grabamos la travesia en video. Sin problemas.
Jaisalmer es la Ciudad Dorada y hace honor a su nombre. Toda la ciudad parece construida de piedra del mismo color que la arena del desierto que la rodea. Es impresionante. Aparte de eso, es como otras ciudades del Rajasthan. No demasiado grande, bastante paseable, llena de turistas y con un enorme fuerte. De hecho, gran parte de la poblacion vive dentro de las murallas del fuerte, lo que por lo visto esta causando grandes problemas, especialmente al sistema de alcantarillado, hasta el punto de que se han derrumbado varias torres y el fuerte entero esta en peligro. Una pena. El turismo y la industria derivada de el, lo mismo que le da la vida a la ciudad se la quita.
En Jaisalmer, probablemente debido al turismo (aunque en mi opinion no habia muchos mas turistas que en Jaipur, Udaipur o Pushkar) mucha gente habla bien ingles. Este hecho, unido al de que los vendedores no son tan pesados como en otras partes, nos facilito la conversacion con los locales.
Dentro del fuerte hay varios templos jainistas. Yo solo entre en dos. Son interesantes, con esas torres de forma tan extranha que recuerdan a los de Angkor Vat, con sus espacios descubiertos y sus columnas laboriosamente talladas, etc. Pero despues de ver el de Ranakpur, no llaman tanto la atencion (conclusion: ver primero Ranakpur; esta claro que nosotros hemos hecho la ruta al reves!).
Un dia, en busca de un regalo para Javi, que iba a ser su cumple, fuimos de compras. Entre otros lugares, entramos en una tienda donde tenian camisetas bastante bonitas (o bastante horteras, segun se mire, pero yo ya estoy un tanto indio y me compre una de Ganesh). Lo mas interesante es que la regentaba un brahman, es decir, un hombre de la casta superior, la de los sacerdotes, y su mujer. Nos explico que a el lo habian educado como a todos los brahmanes, es decir, habia tenido que aprender sanscrito, etc. Luego, durante mucho tiempo, ejercio su oficio por las aldeas, casando a parejas que en muchos casos el mismo habia juntado. Decia: a ver... este me pega con esta, y se celebraba la boda por mil rupias o asi. Pero luego la sequia y la coyuntura economica provocaron la emigracion a las grandes metropolis, con lo que tuvo que buscarse otro medio de vida y monto una tienda. Nos explico que la tienda les iba bien gracias a que eran buena gente y tenian buen karma. La verdad es que parecian buena gente, aunque a mi me repatea eso de que unos se crean superiores (o inferiores) a otros por haber nacido en el seno de tal familia. Tambien nos conto que el, como buen brahman, cada manhana reza sus mantras durante una hora. Luego sale de casa y no puede hablar con nadie ni tocar a nadie durante un rato. Nos ensenho el mantra de Shiva y el de Ganesh. Tambien nos mostro un cordon que llevaba atado en bandolera por debajo de la camisa. Por lo visto se lo ponen cuando se "licencian" de sus estudios brahmanicos, a los catorce anhos o asi. Antes no habia retretes en las casas y, no se muy bien por que razon, cuando iban a hacer sus necesidades, tenian que engancharse el cordon detras de la oreja. Necesidades menores, solo enganchar; mayores, con una vuelta alrededor de la oreja. Segun este buen senhor, asi nadie les preguntaba adonde iban. Creo que hay algo que no acabe de pillar. Otra cosa interesante que nos dijo es que a el tambien le timan cuando va a Delhi. Por muy brahman que sea. Dice que los riksheros, si la carrera cuesta cuarenta, le quieren cobrar cien. Pero como ya se ha aprendido el truco, pone acento delhiano, les dice que de que van, y ya. Yo, en cuanto aprenda hindi, voy a hacer lo mismo. De hecho el otro dia Javi, cuyo fisico puede pasar por indio y que ademas iba vestido de pies a cabeza de naranja, color de hombre santo, fue a un puesto callejero a comprar bebida, dijo namaste, senhalo lo que queria, el tendero le solto una parrafada en hindi y por un agua y dos cocacolas le cobro diecinueve rupias, cuando el PVP (precio de venta al panoli) habitual rondaria las cuarenta o sesenta.
(Continuo el 28, porque anoche me echaron el unico ordenata con la habitual sutileza india: en vez de decir "mira, que es hora de cerrar", se junto una asamblea de camareros y recepcionistas en la mesa mas proxima a la mia, a fumar y hablar sin dejar de mirarme -se que comentaban algo de mi porque reconoci la palabra "choti", que significa "cola de caballo" y es como llaman a la coletilla de hombre santo que llevo-; luego uno se puso a rondarme y acabo detras de mi, curioseando sin disimulo lo que escribia, para luego apoyarse en la mesa; por ultimo, dio la vuelta alrededor de mi y, en la pared que tenia justo al lado, empezo a apagar todos los interruptores, dejandome a oscuras; fue cuando les dije: "bueno, ya voy terminando")
En Jaisalmer vi cumplido uno de mis suenhos: me tome un zumo de mango. Un rato que nos dividimos y cada uno fue a lo suyo (el resto a hacer compritas; yo, fotos), fui a dar a una plaza donde habia dos puestos de zumo contiguos. En ambos, indios sentados en sillas de plastico bajo toldos de lona. Que hubiera indigenas me parecio buena senhal. Me acerque a uno de los puestos. Vieron que ponia mala cara al ver los vasos pringosos y me ofrecieron vaso de plastico. Pedi un zumo de pinha, pues vi que estaba recien hecho. Diez rupias (veinte centimos de euro). Me ventile medio vaso de un trago y solo entonces me di cuenta de que estaba mezclado con agua de vaya-uste-a-saber que procedencia. Lo habria tirado al suelo, pero el mal ya estaba hecho, asi que me tome el resto, rezando a Shiva para que no me pasara nada. Ya me iba cuando los del puesto de al lado, leyendo mis pensamientos, me gritaron: "mango juice!". Les pregunte: "?fresco?". Fresco. "?Sin agua ni hielo?". Sin agua ni hielo. "?En vaso de plastico?". En vaso de plastico. Alli mismo, delante de mi, pelaron el mango, lo echaron en la batidora y al momento me entregaron un vaso rebosante de jugosa pulpa batida. Estaba tan bueno que, a pesar del precio (treinta rupias, debido a que en todo Jaisalmer no habia mangos y tenian que importarlos de Madhja Pradesh, me lo creo, porque desde que estoy en la India no he visto mangos mas que en Varanasi y en Jaipur), me tome otro mas, alli sentado entre indios que me miraban con curiosidad y me preguntaban "which country". Espen.
Cenamos en un restaurante que recomendaba la Lonely Planet. Nada del otro jueves, comida aceptable y raciones justitas, pero tenian musica en directo. Dos tipos con rasgos de hombres del desierto, vestidos con tunica blanca y turbante. Uno tocaba el armonio y otro el dholak, un instrumento parecido a un tambor africano alargado que viene a ser una simplificacion de la tabla. Dos en uno. Tocaban bastante bien y me recordaban a Musafir (si alguien no los conoce, altamente recomendables, es musica del desierto del Thar). Enseguida se dieron cuenta de mi interes y senhalaron el billete que tenian "de muestra". Les di veinte rupias y desde ese momento me considere autorizado para hacerles preguntas. Me explicaron como funcionaba el dholak y las "castanhuelas" indias. Me preguntaron "whats yor nem" y, en cuanto me sente, improvisaron una cancion con mi nombre. Bueno, con lo que ellos entendieron, Alconco o algo asi. No se que dirian, igual "Alconco es un pardillo" o "Alconco, suelta mas guita", pero sonaba bien.
En Jaisalmer estabamos alojados en el que hasta ahora probablemente ha sido el mejor hotel, el Thar Palace. No de estandar (los ha habido mas caros y de mas estrellas, con porteadores que te acosan a cada paso), pero si de limpieza y ambiente. Una especie de palacio horterilla hecho de la misma piedra arenisca dorada que el resto de la ciudad, situado a las afueras, pero justo enfrente del cenotafio de no se que, un bello monumento del que enseguida hablare. El servicio, bueno. Los duenhos, majisimos. Le pregunte a la senhora por que hablaba tan bien ingles y me explico que habia estudiado la carrera en ingles y era profe de esa lengua. Como al dia siguiente nos ibamos de safari, nos permitieron dejar nuestras cosas en dos habitaciones. Cuando volvimos, nos abrieron una mas para ducharnos. Es decir, es como si hubieramos tenido ocupadas las habitaciones dos noches en vez de una. No nos quisieron cobrar por ello. Inaudito. Les dejamos una buena propina.
Ah, lo del cenotafio. Frente al hotel habia un altozano sobre el que crecian decenas de templetes cuadrangulares con el tejado apoyado en columnas. Como cenadores cubistas de piedra dorada. Debia de ser un lugar magnifico para contemplar la puesta de sol, pero esta claro que nuestro sino es no ver puestas de sol en la India, pues las tres veces que lo hemos intentado algo ha fallado. Como nos pillaba cerca, el dia que llegamos decidimos echarle un vistazo antes de ir a ver la ciudad. Mas que nada, por enterarnos de que era un cenotafio. Habia diversas teorias, aunque la que mas nos gustaba era la de que se trataba de un animal prehistorico del que solo quedaba un ejemplar. El cenotafio que custodiaba los templetes. La verja estaba cerrada, pero la abrimos sin mucho esfuerzo. Apenas habiamos empezado a subir la cuesta hacia los cenadores cuando a lo lejos distinguimos algo que se movia agilmente entre las columnas: !el cenotafio! Su forma se asemejaba increiblemente a la de un humano. Estaba claro que nos habia visto y se dirigia hacia nosotros, quien sabe con que intenciones. Tal vez quisiera convertirnos en su merienda para luego jugar al lego con nuestros huesos turisticos. El cenotafio seguia acercandose profiriendo gritos ininteligibles, mientras nosotros lo esperabamos paralizados, en posicion de guardia. Al fin se planto delante de nosotros. Era un ser delgado, oscuro y sin afeitar. Nos hizo entender que habia que ir a partir de las seis, entrar por la puerta del otro lado y pagar nosecuantas rupias, mas un suplemento por cada camara. Ya sabiamos que nuestro encuentro con el cenotafio no podia traer nada positivo. Dimos media vuelta y salimos de alli sin haber tenido tiempo para hacer mas que cinco o seis fotos cada uno.
Bueno, lo he contado todo de forma muy deslavazada y nada cronologica, pero es asi como me han ido viniendo los recuerdos. De Jaisalmer nos fuimos al desierto.
Camino de Jaisalmer volvimos a tener contacto cercano con el monzon. No lejos de nuestro destino nos encontramos con un gran atasco. A golpe de bocina nos abrimos paso entre autobuses, camiones, jeeps y coches, pero no pudimos llegar mas que hasta la quinta o sexta fila del espectaculo. Las lluvias torrenciales habian creado una riada que cortaba el camino. Unos cuarenta metros separaban ambas orillas del rio improvisado. El agua parduzca corria con fuerza. Los conductores de los vehiculos se habian bajado y, alli plantados, comentaban la jugada sin saber muy bien que hacer. En medio de la corriente, agarrados a unos postes que sobresalian, unos cuantos hombres trataban de construir una presa con ramas, pero el agua acababa llevandoselas.
Dado que no habia otra cosa que hacer mas que armarse de paciencia, bajamos del jeep camara en mano y nos pusimos a hacer un reportaje de la riada. Yo debi de sacar ochenta fotos en una hora. Al poco rato un camion de nuestro lado decidio intentar cruzar. Arranco a bastante velocidad, se adentro en la corriente salpicando a diestro y siniestro, se escoro hacia un lado, luego hacia el otro, levanto la proa y la volvio a hundir en el barro, un par de veces parecio a punto de embarrancar o de zozobrar mientras el publico se mordia las unhas, pero al final llego triunfante al otro lado y saludo al respetable con bocinazos, a lo que la gente respondio aplaudiendo.
Habia dejado de llover hacia tiempo y parecia que el agua habia bajado un poco. El exito del primer valiente animo a otros camioneros y buseros que, aprovechando el tamanho de sus vehiculos, fueron turnandose para cruzar. Luego vino la vez de los jeeps y similares. Al cabo de un rato empezaron a caer gotas otra vez y, ante el peligro de que una crecida nos retuviera alli por tiempo indefinido, Sonu decidio atravesar. Nosotros no teniamos miedo, pues hasta entonces todos los que lo habian intentado habian logrado pasar, con mayor o menor facilidad. No teniamos miedo, pero si cierta emocion. Incluso grabamos la travesia en video. Sin problemas.
Jaisalmer es la Ciudad Dorada y hace honor a su nombre. Toda la ciudad parece construida de piedra del mismo color que la arena del desierto que la rodea. Es impresionante. Aparte de eso, es como otras ciudades del Rajasthan. No demasiado grande, bastante paseable, llena de turistas y con un enorme fuerte. De hecho, gran parte de la poblacion vive dentro de las murallas del fuerte, lo que por lo visto esta causando grandes problemas, especialmente al sistema de alcantarillado, hasta el punto de que se han derrumbado varias torres y el fuerte entero esta en peligro. Una pena. El turismo y la industria derivada de el, lo mismo que le da la vida a la ciudad se la quita.
En Jaisalmer, probablemente debido al turismo (aunque en mi opinion no habia muchos mas turistas que en Jaipur, Udaipur o Pushkar) mucha gente habla bien ingles. Este hecho, unido al de que los vendedores no son tan pesados como en otras partes, nos facilito la conversacion con los locales.
Dentro del fuerte hay varios templos jainistas. Yo solo entre en dos. Son interesantes, con esas torres de forma tan extranha que recuerdan a los de Angkor Vat, con sus espacios descubiertos y sus columnas laboriosamente talladas, etc. Pero despues de ver el de Ranakpur, no llaman tanto la atencion (conclusion: ver primero Ranakpur; esta claro que nosotros hemos hecho la ruta al reves!).
Un dia, en busca de un regalo para Javi, que iba a ser su cumple, fuimos de compras. Entre otros lugares, entramos en una tienda donde tenian camisetas bastante bonitas (o bastante horteras, segun se mire, pero yo ya estoy un tanto indio y me compre una de Ganesh). Lo mas interesante es que la regentaba un brahman, es decir, un hombre de la casta superior, la de los sacerdotes, y su mujer. Nos explico que a el lo habian educado como a todos los brahmanes, es decir, habia tenido que aprender sanscrito, etc. Luego, durante mucho tiempo, ejercio su oficio por las aldeas, casando a parejas que en muchos casos el mismo habia juntado. Decia: a ver... este me pega con esta, y se celebraba la boda por mil rupias o asi. Pero luego la sequia y la coyuntura economica provocaron la emigracion a las grandes metropolis, con lo que tuvo que buscarse otro medio de vida y monto una tienda. Nos explico que la tienda les iba bien gracias a que eran buena gente y tenian buen karma. La verdad es que parecian buena gente, aunque a mi me repatea eso de que unos se crean superiores (o inferiores) a otros por haber nacido en el seno de tal familia. Tambien nos conto que el, como buen brahman, cada manhana reza sus mantras durante una hora. Luego sale de casa y no puede hablar con nadie ni tocar a nadie durante un rato. Nos ensenho el mantra de Shiva y el de Ganesh. Tambien nos mostro un cordon que llevaba atado en bandolera por debajo de la camisa. Por lo visto se lo ponen cuando se "licencian" de sus estudios brahmanicos, a los catorce anhos o asi. Antes no habia retretes en las casas y, no se muy bien por que razon, cuando iban a hacer sus necesidades, tenian que engancharse el cordon detras de la oreja. Necesidades menores, solo enganchar; mayores, con una vuelta alrededor de la oreja. Segun este buen senhor, asi nadie les preguntaba adonde iban. Creo que hay algo que no acabe de pillar. Otra cosa interesante que nos dijo es que a el tambien le timan cuando va a Delhi. Por muy brahman que sea. Dice que los riksheros, si la carrera cuesta cuarenta, le quieren cobrar cien. Pero como ya se ha aprendido el truco, pone acento delhiano, les dice que de que van, y ya. Yo, en cuanto aprenda hindi, voy a hacer lo mismo. De hecho el otro dia Javi, cuyo fisico puede pasar por indio y que ademas iba vestido de pies a cabeza de naranja, color de hombre santo, fue a un puesto callejero a comprar bebida, dijo namaste, senhalo lo que queria, el tendero le solto una parrafada en hindi y por un agua y dos cocacolas le cobro diecinueve rupias, cuando el PVP (precio de venta al panoli) habitual rondaria las cuarenta o sesenta.
(Continuo el 28, porque anoche me echaron el unico ordenata con la habitual sutileza india: en vez de decir "mira, que es hora de cerrar", se junto una asamblea de camareros y recepcionistas en la mesa mas proxima a la mia, a fumar y hablar sin dejar de mirarme -se que comentaban algo de mi porque reconoci la palabra "choti", que significa "cola de caballo" y es como llaman a la coletilla de hombre santo que llevo-; luego uno se puso a rondarme y acabo detras de mi, curioseando sin disimulo lo que escribia, para luego apoyarse en la mesa; por ultimo, dio la vuelta alrededor de mi y, en la pared que tenia justo al lado, empezo a apagar todos los interruptores, dejandome a oscuras; fue cuando les dije: "bueno, ya voy terminando")
En Jaisalmer vi cumplido uno de mis suenhos: me tome un zumo de mango. Un rato que nos dividimos y cada uno fue a lo suyo (el resto a hacer compritas; yo, fotos), fui a dar a una plaza donde habia dos puestos de zumo contiguos. En ambos, indios sentados en sillas de plastico bajo toldos de lona. Que hubiera indigenas me parecio buena senhal. Me acerque a uno de los puestos. Vieron que ponia mala cara al ver los vasos pringosos y me ofrecieron vaso de plastico. Pedi un zumo de pinha, pues vi que estaba recien hecho. Diez rupias (veinte centimos de euro). Me ventile medio vaso de un trago y solo entonces me di cuenta de que estaba mezclado con agua de vaya-uste-a-saber que procedencia. Lo habria tirado al suelo, pero el mal ya estaba hecho, asi que me tome el resto, rezando a Shiva para que no me pasara nada. Ya me iba cuando los del puesto de al lado, leyendo mis pensamientos, me gritaron: "mango juice!". Les pregunte: "?fresco?". Fresco. "?Sin agua ni hielo?". Sin agua ni hielo. "?En vaso de plastico?". En vaso de plastico. Alli mismo, delante de mi, pelaron el mango, lo echaron en la batidora y al momento me entregaron un vaso rebosante de jugosa pulpa batida. Estaba tan bueno que, a pesar del precio (treinta rupias, debido a que en todo Jaisalmer no habia mangos y tenian que importarlos de Madhja Pradesh, me lo creo, porque desde que estoy en la India no he visto mangos mas que en Varanasi y en Jaipur), me tome otro mas, alli sentado entre indios que me miraban con curiosidad y me preguntaban "which country". Espen.
Cenamos en un restaurante que recomendaba la Lonely Planet. Nada del otro jueves, comida aceptable y raciones justitas, pero tenian musica en directo. Dos tipos con rasgos de hombres del desierto, vestidos con tunica blanca y turbante. Uno tocaba el armonio y otro el dholak, un instrumento parecido a un tambor africano alargado que viene a ser una simplificacion de la tabla. Dos en uno. Tocaban bastante bien y me recordaban a Musafir (si alguien no los conoce, altamente recomendables, es musica del desierto del Thar). Enseguida se dieron cuenta de mi interes y senhalaron el billete que tenian "de muestra". Les di veinte rupias y desde ese momento me considere autorizado para hacerles preguntas. Me explicaron como funcionaba el dholak y las "castanhuelas" indias. Me preguntaron "whats yor nem" y, en cuanto me sente, improvisaron una cancion con mi nombre. Bueno, con lo que ellos entendieron, Alconco o algo asi. No se que dirian, igual "Alconco es un pardillo" o "Alconco, suelta mas guita", pero sonaba bien.
En Jaisalmer estabamos alojados en el que hasta ahora probablemente ha sido el mejor hotel, el Thar Palace. No de estandar (los ha habido mas caros y de mas estrellas, con porteadores que te acosan a cada paso), pero si de limpieza y ambiente. Una especie de palacio horterilla hecho de la misma piedra arenisca dorada que el resto de la ciudad, situado a las afueras, pero justo enfrente del cenotafio de no se que, un bello monumento del que enseguida hablare. El servicio, bueno. Los duenhos, majisimos. Le pregunte a la senhora por que hablaba tan bien ingles y me explico que habia estudiado la carrera en ingles y era profe de esa lengua. Como al dia siguiente nos ibamos de safari, nos permitieron dejar nuestras cosas en dos habitaciones. Cuando volvimos, nos abrieron una mas para ducharnos. Es decir, es como si hubieramos tenido ocupadas las habitaciones dos noches en vez de una. No nos quisieron cobrar por ello. Inaudito. Les dejamos una buena propina.
Ah, lo del cenotafio. Frente al hotel habia un altozano sobre el que crecian decenas de templetes cuadrangulares con el tejado apoyado en columnas. Como cenadores cubistas de piedra dorada. Debia de ser un lugar magnifico para contemplar la puesta de sol, pero esta claro que nuestro sino es no ver puestas de sol en la India, pues las tres veces que lo hemos intentado algo ha fallado. Como nos pillaba cerca, el dia que llegamos decidimos echarle un vistazo antes de ir a ver la ciudad. Mas que nada, por enterarnos de que era un cenotafio. Habia diversas teorias, aunque la que mas nos gustaba era la de que se trataba de un animal prehistorico del que solo quedaba un ejemplar. El cenotafio que custodiaba los templetes. La verja estaba cerrada, pero la abrimos sin mucho esfuerzo. Apenas habiamos empezado a subir la cuesta hacia los cenadores cuando a lo lejos distinguimos algo que se movia agilmente entre las columnas: !el cenotafio! Su forma se asemejaba increiblemente a la de un humano. Estaba claro que nos habia visto y se dirigia hacia nosotros, quien sabe con que intenciones. Tal vez quisiera convertirnos en su merienda para luego jugar al lego con nuestros huesos turisticos. El cenotafio seguia acercandose profiriendo gritos ininteligibles, mientras nosotros lo esperabamos paralizados, en posicion de guardia. Al fin se planto delante de nosotros. Era un ser delgado, oscuro y sin afeitar. Nos hizo entender que habia que ir a partir de las seis, entrar por la puerta del otro lado y pagar nosecuantas rupias, mas un suplemento por cada camara. Ya sabiamos que nuestro encuentro con el cenotafio no podia traer nada positivo. Dimos media vuelta y salimos de alli sin haber tenido tiempo para hacer mas que cinco o seis fotos cada uno.
Bueno, lo he contado todo de forma muy deslavazada y nada cronologica, pero es asi como me han ido viniendo los recuerdos. De Jaisalmer nos fuimos al desierto.
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