Estos últimos días están siendo frenéticos entre la vida social y la preparación del viaje. Desde que he vuelto a Varsovia no he parado de salir, de tener invitados y, en general, de ver a gente (Wera, Ala, Harald, Anna, Tomek, Michał, Kasia, Inés), cosa que está muy bien, pero ya estoy notando la falta de sueño y el exceso de cervezas. Hoy no consigo concentrarme para hacer el equipaje y estoy segurísimo de que me voy a dejar cosas importantes. Pero bueno, creo que lo más importante ya está en la mochila: el pasaporte, el dinero y las tarjetas, la cámara de fotos y las pirulas contra la malaria. Llevo ropa más bien cutre (excepto el calzado, que hay que cuidarse las pezuñas cuando se va de excursión), con la intención de ir desprendiéndome de ella a medida que se vaya enguarrando o estropeando. De hecho, menos mal que esta vez no llevo pantacas bajos, porque me daría vergüenza que se vislumbraran los gayumbos que me pienso poner, todos gastados. Que conste que es de tanto lavarlos, ¿eh? Ya en la India iré comprándome ropa adecuada al clima, sobre todo alguna camisa o camiseta multicolor.
Qué sensación tan rara la que me suele entrar antes de cada gran viaje. Algo hay en mí que sí quiere ir, pero en general noto como si se me hubieran quitado las ganas. Como si dijera: pero en realidad ¿para qué voy? Supongo que hay cierto miedo y bastantes nervios. Y más cuando la gente no para de repetir que tengamos cuidado, que está habiendo inundaciones, que se temen brotes epidémicos... Yo, como no veo la tele, pues ni estaba al tanto. Pero por vacunas no será: fiebre amarilla (ésa ya la llevaba), hepatitis A y B, polio, tétanos, tifus, cólera, más profilaxis antimalaria... ¡ahora que funcionen!
No tengo ni idea de lo que este viaje me deparará. Espero que lo que allí me encuentre no termine de machacar mi estado anímico y mental de los últimos meses. Supongo que veremos miseria por todas partes y difícil será que eso no nos afecte. Sin embargo, confío también en que mis sentidos estén lo bastante ocupados como para no dejarme pensar mucho y permitirme recargar las pilas, que buena falta me hace. Quiero hacer muchas fotos, para ello me he comprado la réflex digital, una batería de repuesto, dos tarjetas de memoria de cuatro gigas cada una y un filtro polarizante; y espero que al menos unas cuantas salgan bonitas, ya las iré publicando en el blog; si puedo, sobre la marcha; si no, a la vuelta. Me gustaría también ir dejando constancia aquí de mis impresiones y aventuras, aunque no sé con qué frecuencia podré acceder a internet. Lo de viajar con un grupo tan grande de gente (los Siete Magníficos: Sara, Carla, Javi, las dos Lauras, mi hermana Isa y yo), cosa que nunca he hecho antes, me da un poco de miedo, pero por lo poco que conozco a la mayoría de la gente me han causado buena impresión y no creo que surjan malos rollos; es más, ojalá trabemos amistad. Así a priori, me imagino que conmigo puede haber problemas cuando todos me estén esperando mientras yo me quedo rezagado haciendo mil pruebas con la máquina de fotos, pues para eso soy megapesado; aunque procuraré aplacarlos diciéndoles que luego les pasaré copias de mis bellas imágenes. Pero no seamos pesimistas, espero que no haya problemas y que los que puedan plantearse los solventemos de la mejor manera posible. Me siento un poco responsable, pues al fin y al cabo soy el mayor del grupo.
Aparte de hacer fotos y comprarme camisas cantosas, otro de mis ambiciosos objetivos es ponerme morao de mangos. La fruta tropical donde está buena es en el trópico (no sé si adonde vamos se considera zona tropical, pero para mí lo es hasta que se demuestre lo contrario). También me gustaría aprender a tocar el sitar y la tabla, pero eso va a quedar para otra vez.
El plan de viaje, si mal no recuerdo, es el siguiente: Delhi, Agra, Benarés, Khajuraho (o como se escriba) y lo que nos dé tiempo a ver del Rajastán. Tenemos tres semanas y media.
Mañana por la mañana me meteré en el primer vuelo, Varsovia-Helsinki. Allí tengo cincuenta minutitos de nada para hacer escala, espero que no haya retrasos y, sobre todo, que les dé tiempo a cambiar mi maleta de avión para que lleguemos juntos. Luego, Helsinki-Delhi, no sé cuál de los dos sitios me suena más exótico, pero nunca me hubiera imaginado una conexión aérea así. Es como si hubiera un vuelo Coruña-Pekín.
La primera tarea: encontrarnos en el aeropuerto de Delhi, que desconocemos completamente, siete personas procedentes de tres vuelos diferentes. ¿Lo lograremos? La respuesta en el próximo episodio.
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1 comentario:
¡Bueno, promete, el viaje! Ya empieza con una aventura... no sé cómo es el aeropuerto de Delhi, pero me lo imagino lleno de gente llena de ropa de colores, caras de colores, equipajes de varios tamaños, voces en varias lenguas... ¡buena suerte y saca muchas fotos!
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