viernes, 17 de agosto de 2007

Jaipur

El Rajasthan, tierra de rajas y marajas, de guerreros, es un estado tan arido que en el noroeste, cerca de la frontera con Paquistan, hay incluso un desierto, el Thar, adonde, por cierto, pensamos ir dentro de unos dias. La cordillera mas alta de la India corta este estado en diagonal, frenando los monzones.

Jaipur, su capital, es conocida como "la ciudad rosa" debido a que hace un par de siglos (como podeis imaginar, es que no recuerdo la fecha), con motivo de la visita del Principe de Gales, toda la ciudad fue pintada de rosa a modo de bienvenida. No soy yo la persona mas indicada para hablar de colores, pero, o bien se trata de un rosa indio, o eso no es rosa, sino terracota. Aparte de pseudorrosa, Jaipur es una de las primeras ciudades del mundo planeadas de antemano, cosa que se nota en el trazado del casco antiguo en forma de cuadricula. Todo lo contrario de Benares. Esta ciudad no da impresion de caos, las calles de la ciudad vieja son inusitadamente anchas y, en general, da bastante buen rollo, aunque para mi gusto le falta la animacion caotica de Delhi. No en vano tiene ocho o diez veces menos habitantes, "apenas" unos tres millones. Por otra parte, esta llena de mercados, que es quiza una de las pocas cosas en las que todos estamos de acuerdo: nos encanta perdernos por los mercados, admirando la variedad y el colorido de las mercancias, el cutrerio simpatico de las tiendas y las escenas de la vida cotidiana representadas con toda naturalidad a nuestro alrededor: desde el que come, duerme u orina en la calle hasta el que se encuentra alli con sus amigos o vecinos, se sienta a tomar un chai (te con leche y especias) o, simplemente, esta alli sin ocupacion aparente. Aparente, porque luego resulta que si que la tienen. En cuanto detectan tu nacionalidad, arte en la que son expertos (y ademas debe de notarsenos a la legua lo espanholes que somos) te dan conversacion, te hacen un par de bromas y enseguida te piden que vayas a su tienda "solo mirar, no necesario comprar". Su tienda no es suya, claro, y su jefe les da unas rupillas por llevarle potenciales clientes. Al final uno acaba tan harto que prefiere no hablar con nadie con tal de que lo dejen en paz.

El primer dia por la manhana subimos al fuerte de Amber, a las afueras. El sitio es bonito, aunque agobia la cantidad de turistas. He de reconocer que nosotros tambien hicimos la gran guirada y, conscientes del precio abusivo, subimos hasta arriba en elefante. Fue muy divertido. Al fin y al cabo uno no monta en elefante todos los dias, ?no?

A la vuelta nos fuimos de bazares. Cada uno se dedico a lo que le apetecia: el resto del grupo se fue a hacer compras y yo, a hacer fotos. Pero primero, no sin previo regateo, me compre en un puesto callejero !por fin! dos mangos. Sin embargo, la operacion devore no fue facil y se acabo convirtiendo en un espectaculo publico. Alli en medio de la calle, delante de una tienda de telas, me puse a lavarlos con una toallita humeda que quedo negra. Luego saque el jabon bactericida y los estuve frotando ante el asombro de los circunstantes, que comentaban lo raros que son estos guiris, que les echan crema a los mangos (lo se porque entendi la palabra "krem" o algo asi). A continuacion saque mi fiel navaja, los pele con cuidado para no tirar las mondas al suelo (era la unica acera limpia que he visto hasta ahora en la India), mientras ahuyentaba a las moscas que habian acudido al dulce olor. Por fin llego la hora de hincarles el diente (a los mangos, no a las moscas), pero tuve que comermelos inclinado hacia delante para no pringarme entero con los jugos que chorreaban. Al terminar me quede un rato pensando como meterme la mano en el bolsillo para sacar las toallitas sin mancharme. Menos mal que el duenho de la tienda se apiado de mi y mando al chavalin de los recados que me trajera agua. Me senti como Poncio Pilatos, lavandome las manos con una jofaina.

Estuve sacando cienes y cienes de fotos de los diversos establecimientos de las calles principales, donde hay desde quincallerias hasta tiendas de telas, pasando por puestos de comida, etc. Me gusta captar a la gente en sus actividades cotidianas, aunque los indios, en cuanto se dan cuenta de que los vas a fotografiar, en vez de disimular y seguir a lo suyo se ponen a posar. Les encanta que les hagas fotos. Algunos incluso cuando te ven con la camara al cuello te piden que les saques una y luego te dan las gracias. Si se las ensenhas, se quedan contentisimos. Los hay que, acostumbrados a las Polaroid de las ferias, te piden que les des la foto. Otros, que se las mandes. La primera vez les dije que claro, que no hay problema, hasta que me escribieron su direccion postal. No tenian correo electronico.

Como digo, me gusta fotografiar a la gente en sus ocupaciones habituales. Los indios, ademas, tienen unos rasgos especialmente interesantes. Y todo ello queda resaltado por el abigarramiento coloristico de los portales donde se situan los establecimientos comerciales, donde se desarrolla la vida. Las paredes parecen estar constantemente mudando de piel. La pintura pastel (verde, amarilla, rosa bebe, naranja, celeste, ocre, terracota, beis, blancuzco) esta desvaida, desgastada, desconchada, descascarillada, empalidecida. A veces se superponen capas que se traslucen las unas bajo las otras. La mano maestra del tiempo ha ido pincelando manchas cuyos contornos, lavados por innúmeros monzones, se diluyen en ronchas y sarpullidos. En las calles principales de Jaipur quiza esto se note menos que en otras ciudades, pero cuando uno se mete por los callejones se da cuenta de que la India es la India dondequiera que vaya.

Estaba yo haciendo fotos delante de una especie bar cuando se me acerco un tipo larguirucho al que le faltaban la mitad de los dientes de abajo. Me pregunto, previendo de antemano la respuesta, de donde era. Aprovecho para pedirme que le escribiera una carta a su novia espanhola. Me senti un poco como en la pelicula "Central do Brasil". Acepte, a condicion de que no tardara mas de cinco minutos. El tipo saco un papel doblado del bolsillo y empezo a dictarme: "Mi querida y adorada Carmen: pienso en ti constantemente, nunca me olvido de ti, espero que nos veamos pronto...". La carta, aparte de cursi, era repetitiva. El tipo me dio pena. Al terminar me dijo: tu has hecho algo por mi, asi que ahora yo quiero hacer algo por ti. Le dije que no hacia falta, pero insistio, asi que, acordandome de que Vivi me habia encargado una estatuilla de Bodhisattva, le pedi que me llevara a una tienda de estatuillas, que en la India abundan. Me metio por callejuelas donde no me habria atrevido a entrar solo, no por nada, sino porque no habria sabido salir. En ninguna tienda conocian a Bodhisattva (lo siento, Vivi, seguire buscando), pero me acabe comprando un Natraj (Shiva danzante) precioso para poner en la mesita de noche que aun no tengo. Me libre del tipo y me fui a ver desde una azotea el desfile de no se que, donde pasaban elefantes, camellos, caballos, musicos, bailarines, etc.

Por el camino vi un puesto ambulante de donde colgaban tiras y tiras de sobrecillos con mezclas herbales, la mayoria con betel, algunas con tabaco, mentol, cardamomo, etc. "Mouth freshener", les dicen. Los indios son adictos a ese tipo de cosas y es verdad que refrescan el aliento, asi que me compre un sobrecito (con betel y cardamomo, entre otras cosas) para probar y me lo eche a la boca. Aquello sabia a rayos. Era como masticar ambientador en polvo. Lo tuve que escupir. Me quedo un sabor asqueroso durante horas.

Luego vi un puesto donde prensaban canha de azucar para extraer lo que en Brasil llaman "caldo de cana", un jugo dulce que esta riquisimo. Estaba yo, como no, haciendo fotos, cuando vi que un par de indios ajaponesados me estaban haciendo fotos a mi con el movil. Luego se me acerco uno, se me presento y me metio en la mano un vaso de zumito, a lo que no me pude resistir. Me invito, porque "you are in my country and you are my guest", y se fue. Era la primera vez aquel dia que alguien me dirigia la palabra sin esperar nada a cambio.

Por la noche, cuando nos juntamos todos en el hotel, Sara y Laura nos contaron que en la calle se les habia acercado un tipo alto y flaco para pedirles que le escribieran una carta a su novia Carmen, de Madrid. Era mas friqui de lo que pensaba.

Al dia siguiente Carla tenia que volverse a Espanha y Javi la acompanho hasta Delhi. Los demas subimos a Nahargarh, el Fuerte de los Tigres. Tigres no habia, pero el fuerte era bastante bonito, algunos de los aposentos valian la pena, y la vista de la ciudad era impresionante. Desde arriba resulta que Jaipur es una ciudad inmensa (creo que tiene alrededor de tres millones de habitantes, pero las casas no suelen tener mas de dos pisos). La Ciudad Rosa no se ve rosa ni terracota, sino malva.

3 comentarios:

astral dijo...

Guillermoestrella
Hemos leido parte del blog y esta muy chulo, supongo que son las mismas impresiones, sobretodo el "capitulo" de Varanasi. Lo describes igual que lo sentimos nosotros, salvo el tema de los muertos. Nosotros si que vimos tirar cadaveres al Ganga desde el Ghat y gracias al barquero un cuerpo muerto en nuestro recorrido de la manana, bueno es asi...
Os seguimos los pasos, vamos para Puskhar y despues a Udaipur, Monte Abu, Jodhpur y Jaisalmer.
Seguimos en contacto!

Alfonso dijo...

!O sea, que aun se practica! Pense que estaria prohibido, no se por que (bueno, si se por que).

Nosotros acabamos de llegar a Udaipur desde Pushkar, que no esta mal, pasando por Kumbhalgarh, un fuerte que esta guay, pero sobre todo vale la pena el camino en coche hasta alli, !el Rajasthan profundo! A ver si esta noche me da tiempo a escribir sobre esto.

Muchas gracias por vuestro comentario, saludos!!!

mmelekk dijo...

Vaya, vaya, veo que con el paso de los días te vas “indianizando”… Ya te atreves incluso con el “mouth freshener” :)) Yo lo probé también en una ocasión, pero me resultó asqueroso. Supongo que el que habéis visto es ese que deja la boca roja… Yo al comienzo pensé que la mayoría de indios estaban enfermos y que escupían sangre :( Ignorante que es una ;-)

Por cierto, las fotos muy chulas :)

Un abrazo